
Escribe: Rafael Torres Morales, Presidente de la Cámara Brasil Perú
En los últimos meses, ha cobrado renovada vigencia el debate en torno al proyecto del tren bioceánico que busca conectar los océanos Atlántico y Pacífico a través de Sudamérica. Esta ambiciosa iniciativa, concebida como una infraestructura clave para dinamizar el comercio entre América del Sur y Asia, ha recobrado el impulso tras la firma hace unas semanas de un memorando de entendimiento entre Brasil y China para evaluar la viabilidad técnica, económica y operativa de una de las rutas posibles para este corredor ferroviario.
Si bien dicho acuerdo fue suscrito sin participación directa del Gobierno del Perú, resulta importante subrayar que se trata únicamente de una etapa preliminar de estudios, sin implicancia ejecutiva alguna ni afectación a la soberanía nacional. En caso de que los resultados de estos estudios resulten positivos, el proyecto podrá ser oficialmente presentado al Estado peruano, quedando a criterio de nuestro país analizar su incorporación conforme a sus intereses estratégicos y principios soberanos.
Respecto al trazado de la futura vía férrea, se barajan diversas alternativas. No obstante, la opción más factible es aquella que aprovecha la infraestructura de conectividad ya existente, particularmente el eje vial de la IIRSA Sur, que une el puerto de Matarani con la frontera amazónica de Iñapari. Este corredor no solo representa una base logística eficiente, sino que permitiría superar uno de los principales obstáculos actuales: la oposición de comunidades nativas y organizaciones ambientalistas a la construcción de nueva infraestructura en zonas sensibles de la Amazonía.
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Aprovechar una vía ya desarrollada no solo racionaliza costos y tiempos, sino que también minimiza el impacto ambiental y social, al evitar la apertura de nuevos frentes de intervención. El mismo enfoque según hemos tomado conocimiento a través de la Cámara Brasil Perú (CAMBRAPER), se estaría tomando desde el lado brasileño, alineando esfuerzos en torno a rutas ya habilitadas.
La posible implementación del tren bioceánico representa pues una oportunidad sin precedentes para el Perú. Permitirá diversificar las rutas comerciales hacia Asia –evitando la dependencia del Canal de Panamá o las rutas marítimas más largas por el extremo sur del continente– y fortalecerá las exportaciones de productos agrícolas, minerales y manufacturados, especialmente desde regiones actualmente excluidas del circuito logístico internacional.
Se estima que esta infraestructura podría movilizar hasta 40 mil toneladas de carga diaria (particularmente productos agrarios desde diversas zonas del centro y oeste del Brasil como soja, maíz, azúcar), con altos estándares de eficiencia y costos competitivos. De materializarse, el impacto sería transformador: generación de miles de empleos directos e indirectos, dinamización de economías regionales, atracción de capitales privados, así como posicionamiento del Perú como hub logístico del Pacífico Sur con el megapuerto de Chancay, como pieza estratégica en la salida de mercancías hacia Asia.
Aunque su desarrollo enfrenta retos significativos –en lo técnico, normativo y ambiental–, la ejecución de este proyecto podría redefinir el rol como el posicionamiento del Perú y de Sudamérica en el comercio global. Por ello, resulta imprescindible que el país adopte una actitud proactiva, estratégica y soberana en cada etapa de este proceso de integración continental, sumándose en este propósito, para que esta tan importante obra de conectividad sea una realidad y no se convierta, tan sólo, en una gran posibilidad pérdida una vez más por la inacción de las autoridades de nuestro país.