
Escribe: José Ricardo Stok, profesor emérito del PAD
Esta es una recurrente pregunta que me han hecho, y que está en el medio, flotando a la deriva, frente a la importancia del proceso electoral que ya estamos viviendo. Muchas voces reclaman el involucramiento de los empresarios y directivos por su indiscutible capacidad para diagnosticar problemas, encontrar alternativas y llevarlas a cabo. Tampoco faltan quienes culpan, en bloque —y, por tanto, injustamente— a la empresa por corrupciones que indudablemente han ocurrido. Pero, como decía el papa Francisco: «Para muchos, la política hoy es una mala palabra, y no se puede ignorar que detrás de este hecho están, a menudo, los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos».
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En estos últimos meses ha habido varios foros empresariales y, en casi todos, los empresarios han reclamado al Estado, a los gobernantes, diversas medidas para mejorar aspectos variados en la economía. Es correcto, pero ¿no faltaría una mirada introspectiva? No se ha visto ni oído el reconocimiento, y la consecuente condena, de que también en el empresariado se han dado actitudes o hechos de corrupción o de situaciones impropias, y esto creo que es una omisión no pequeña. Reconocer que el gremio empresarial también ha sufrido por la acción de malos elementos, es un punto de partida necesario para recuperar confianza y aumentar la credibilidad en sus contribuciones.

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El populismo, definido como una visión dicotómica de la sociedad, es un recurso necio de gobernantes ávidos de respaldo y aceptación, quienes, incapaces de generar ideas y actuar con sensatez, o bien por ceder a la presión social, reparten de manera inapropiada la riqueza, que, por cierto, ellos no han logrado. Es una táctica fácil, cómoda, perezosa. Es un nefasto mal para la sociedad porque satisface necesidades irresponsablemente, adormeciendo la habilidad de emprendimiento; casi todos los empresarios lo condenan, pero hay quienes callan cómplices, ya que se ven favorecidos con esas prebendas.
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Hay varias maneras de contribuir a mejorar la sociedad sin entrar necesariamente en la política: trabajar bien, virtuosamente; identificar generosamente acciones de valor compartido, atendiendo sin desmayo al bien común; decir con valentía, pero con respeto y sin agravios, la verdad; no caer en la política del avestruz por escamotear los errores o corruptelas de otros empresarios. También proponía el papa Francisco: «Hay que acostumbrarse a desenmascarar las diversas maneras de manoseo, desfiguración y ocultamiento de la verdad en los ámbitos públicos y privados. Lo que llamamos “verdad” no es solo la difusión de hechos que realiza el periodismo. Es, ante todo, la búsqueda de los fundamentos más sólidos que están detrás de nuestras opciones y también de nuestras leyes».
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Mucho pueden hacer los empresarios, y pueden empezar por no dejarles campo a los oportunistas, traficantes de valores o pillos.

Profesor emérito del PAD, Escuela de Dirección de la Universidad de Piura.








