
Escribe: Omar Mariluz Laguna, director periodístico
En este país, si eres lento, opaco y amigo del poder, siempre tendrás un cheque esperándote. Pero si ejecutas rápido, con resultados y transparencia, más te vale no celebrar: el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) podría cerrarte el grifo en cualquier momento. Y eso es exactamente lo que le acaba de pasar a la Autoridad Nacional de Infraestructura (ANIN), una entidad que en el 2024 ejecutó el 98% de su presupuesto –un récord en el sector público– y que hoy ve cómo sus proyectos se paralizan mientras el dinero fluye hacia donde la eficiencia es apenas un mito.
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La ANIN no es perfecta, pero sus cifras hablan solas: el año pasado invirtió S/ 5,200 millones y, en abril de este año, representó el 32.1% de toda la inversión pública del Gobierno Nacional. Superó a ministerios y gobiernos regionales. Y no lo hizo por arte de magia, sino gracias a una gestión con soporte técnico internacional, cortesía del Gobierno británico.

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Con esos antecedentes, cualquiera pensaría que el MEF estaría feliz de seguir apostando por ellos. Pues no. Para este 2025, la ANIN arrancó con un presupuesto de S/ 3,131 millones, suficiente solo hasta mayo. Aunque pidió S/ 6,000 millones para todo el año, en enero recibió apenas la mitad y, en junio, el MEF decidió no transferir los S/ 3,000 millones restantes. Sin previo aviso.
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El resultado: obras paralizadas, contratistas sin cobrar y al menos 3,000 despidos confirmados, con la amenaza de que más de 20,000 personas terminen en la calle. Hay proyectos con el 95% de avance que se han detenido a diez días de concluirse. Pero eso sí, desde el MEF nos recuerdan que las entidades deben “optimizar sus recursos” y “priorizar proyectos estratégicos”. Como si dejar inconclusas obras contra el Fenómeno de El Niño en Piura, Ica o Tumbes fuera una brillante estrategia de optimización.
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El golpe no es solo social. La interrupción de obras ejecutadas desde el 2019 para mitigar lluvias podría significar pérdidas de hasta S/ 400 millones si el agua se lleva las estructuras. Y reactivarlas costará entre S/ 90 y S/ 100 millones extra. A eso súmele la mancha en la reputación de la ANIN como pagador confiable: más costos financieros, más seguros caros y más empresas evitando participar en sus licitaciones.
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Mientras tanto, en el mundo paralelo del MEF, la chequera se abre generosa para causas menos inspiradoras. Petroperú, una petrolera que vive en números rojos, sigue recibiendo rescates disfrazados y garantías estatales. Y hace poco, el ministro Raúl Pérez Reyes anunció transferencias por S/ 1,300 millones a gobiernos regionales y locales, sin importar si son eficientes o no. Ahí está el Gobierno Regional de La Libertad, del aliado César Acuña, que adjudicó S/ 300 millones a una joven de 23 años sin título universitario y con la experiencia de unas prácticas en notaría. Eficiencia, dicen.
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En este país, el mensaje es claro: si ejecutas rápido y bien, te cierran el grifo; si eres lento, opaco o amigo del poder, te lo abren de par en par. Un sistema perverso que premia la mediocridad y castiga la eficiencia.
Al final, parece que en el Perú no se gobierna para construir más rápido, sino para que todo avance al ritmo de la política: lento, selectivo y con premio asegurado para los amigos. Porque aquí, terminar una obra no da votos… pero repartir el presupuesto, sí.

Magíster en Economía, diplomado internacional en Comunicación, Periodismo y Sociedad, estudios en Gestión Empresarial e Innovación, y Gestión para la transformación. Cuento con más de 15 años de experiencia en el ejercicio del periodismo en medios tradicionales y digitales.