
Escribe: Eduardo Morón, presidente de la Asociación Peruana de Empresas de Seguros - Apeseg
En Perú, la infraestructura es mucho más que carreteras, puentes o redes eléctricas. Es el tejido que conecta a las personas, impulsa la economía y sostiene el bienestar de millones. Sin embargo, los últimos años nos han mostrado que este tejido es frágil ante desastres naturales, el cambio climático y la falta de mantenimiento. El documento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre infraestructura resiliente nos ofrece una hoja de ruta clara para enfrentar estos desafíos, y es momento de que el próximo gobierno la tome en serio.
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La resiliencia en infraestructura significa que nuestras obras públicas no solo deben resistir terremotos, lluvias intensas o sequías, sino también recuperarse rápidamente y seguir funcionando. En Perú, donde los fenómenos como El Niño y los sismos son parte de nuestra realidad, esto no es un lujo, sino una necesidad.

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El BID recomienda que los gobiernos prioricen la planificación a largo plazo, integrando criterios de resiliencia desde el diseño hasta la operación de cada proyecto. Para Perú, esto implica repensar cómo se construyen y mantienen las carreteras en la sierra y la selva, cómo se protege el acceso al agua potable en zonas vulnerables y cómo se garantiza la conectividad digital en todo el país. No basta con reparar lo dañado; hay que anticiparse y construir pensando en el futuro.
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Además, la infraestructura resiliente requiere inversión inteligente. No se trata solo de gastar más, sino de gastar mejor. El BID sugiere aprovechar tecnologías modernas, materiales innovadores y sistemas de monitoreo que permitan detectar riesgos antes de que se conviertan en desastres. En Perú, esto podría traducirse en sistemas de alerta temprana para inundaciones, puentes diseñados para resistir crecidas y redes eléctricas capaces de adaptarse a cambios climáticos extremos.
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Pero la resiliencia no es solo técnica; es también social. Involucrar a las comunidades en la planificación y gestión de la infraestructura es clave. Cuando los ciudadanos participan, se generan soluciones más sostenibles y se fortalece la confianza en las instituciones. El próximo gobierno debe abrir espacios de diálogo y consulta, especialmente en las regiones más expuestas a riesgos.
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Por último, la coordinación entre sectores y niveles de gobierno es fundamental. El BID destaca la importancia de trabajar de manera articulada entre ministerios, gobiernos regionales y locales, así como con el sector privado. En Perú, esto significa dejar de lado la fragmentación y apostar por una visión compartida de desarrollo resiliente.
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En este contexto, la participación de Perú en la iniciativa Global Shield, una alianza internacional que busca fortalecer la protección financiera y la resiliencia frente a desastres climáticos, es una oportunidad clave. Las recomendaciones del BID se alinean con los objetivos de Global Shield, facilitando el acceso a herramientas, financiamiento y cooperación internacional para anticipar, responder y recuperarse mejor ante eventos extremos. Integrar ambas agendas permitirá al próximo gobierno potenciar la capacidad del país para enfrentar los desafíos climáticos y proteger a su población.
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Termino con un llamado a los candidatos presidenciales. Es hora de poner la resiliencia en el centro de la agenda nacional. Inviertan en infraestructura que resista y se adapte, escuchen a las comunidades y coordinen esfuerzos. El futuro de Perú depende de decisiones valientes hoy. No dejemos pasar esta oportunidad.








