
Escribe: Francisco Rodríguez Larraín, CEO de Gallagher Corredores de Seguros
La industria aseguradora en Perú ha mostrado un crecimiento sostenido en los últimos años: más de 5,900 millones de dólares en primas emitidas durante el 2024, con avances tanto en seguros de vida como generales. Sin embargo, seguimos atrapados en una paradoja estructural: a pesar de convivir con riesgos latentes —desde desastres naturales hasta informalidad sistémica—, la penetración del seguro en relación al PBI apenas alcanza el 2.08%, una de las más bajas de la región.
LEA TAMBIÉN: BCP: Junio a la baja, dólar cae frente al sol en el mercado
Comparados con Colombia (3.2%) o Chile (5.1%), estamos rezagados. Y la brecha es aún más dramática frente a países como España (11.8%) o EE.UU. (12.5%). Esto no se explica únicamente por diferencias en desarrollo económico, sino por decisiones estratégicas postergadas. Países con condiciones socioeconómicas similares a las nuestras —como India, Kenia o Colombia— han logrado duplicar su tasa de penetración en la última década. ¿Qué hicieron diferente? ¿Qué nos falta como industria y como país?
Primero, reformas normativas que promuevan en lugar de limitar. En India, la liberalización del sector permitió el ingreso de nuevas aseguradoras extranjeras, acelerando la innovación. En Colombia, la regulación impulsó los microseguros y el uso de tecnología móvil para facilitar el acceso. En Perú, por el contrario, el marco regulatorio opera con lógica defensiva y no promotora. Es momento de repensar incentivos tributarios, seguros obligatorios para ciertos sectores y condiciones de competencia equitativas.
LEA TAMBIÉN: La demanda interna crecería a su mayor ritmo en 12 años
Segundo, educación financiera como política pública. Solo el 32% de los peruanos asocia a los seguros con prevención. La mayoría lo vincula exclusivamente con enfermedades o percibe que no los necesita. Esa falta de cultura no se resuelve únicamente con campañas publicitarias, sino desde el colegio, las universidades y los medios. La masificación del seguro debe ser entendida como una herramienta de inclusión y resiliencia, no como un beneficio reservado para unos pocos.
Tercero, innovación radical en productos y canales. Mientras más del 70% del empleo en el país es informal y el 35% aún no está bancarizado, seguimos ofreciendo seguros pensados para un grupo reducido y formalizado. Necesitamos productos modulares, más simples y asequibles, diseñados para realidades específicas: trabajadores independientes, emprendedores, regiones rurales. Modelos exitosos de fintech y alianzas con ONGs o cooperativas son un camino probado en mercados como Kenia.
LEA TAMBIÉN: El “oficialismo” y las próximas elecciones
Otro punto crítico es la fragmentación del ecosistema asegurador. Aún operamos bajo una lógica de silos desconectados entre aseguradoras, brókers, banca, reguladores y el Estado. La interconexión de datos, la transparencia en la experiencia del cliente y la colaboración interinstitucional no pueden seguir siendo una aspiración. Necesitamos una hoja de ruta común y actores dispuestos a empujar en la misma dirección.
Desde el rol que ocupamos en el mercado, los corredores tenemos una doble responsabilidad: generar confianza en el cliente y activar los cambios necesarios para que el sistema funcione mejor. Hoy, solo el 23% de los peruanos confían en un bróker de seguros, y menos de uno de cada cuatro en una aseguradora. Este dato no es menor: la confianza es el verdadero multiplicador de cualquier estrategia de crecimiento.
LEA TAMBIÉN: Mercados financieros: navegando en aguas más turbulentas
Una agenda pendiente que ya no puede esperar
El Perú no es un país que pueda darse el lujo de estar subasegurado. Los riesgos están ahí: fenómenos naturales, brechas de salud, inseguridad ciudadana. Lo que falta es determinación para traducir esos riesgos en cobertura y protección. Si queremos que el seguro deje de ser un producto de acceso restringido y se convierta en una herramienta de estabilidad para millones, debemos actuar ahora.
Crecer en primas no basta. Lo urgente es crecer en propósito. Y eso requiere repensar todo: desde cómo diseñamos los productos hasta cómo construimos confianza. Solo así dejaremos de crecer sin despegar.