
Por Verónica Melzi, gerente de Programas y Alianzas de Anglo American Foundation
En un país como el nuestro, marcado por profundas brechas sociales y ambientales, la filantropía no puede limitarse a ser un gesto de buena voluntad. Tiene que convertirse en un motor de innovación y en una herramienta estratégica para cerrar desigualdades y abrir oportunidades. La pregunta clave es cómo logramos que cada sol donado genere el mayor impacto posible.
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La filantropía tiene una ventaja que la distingue de otros capitales: suele ser paciente y está dispuesta a asumir riesgos que otros evitan. Esa flexibilidad le otorga un enorme poder transformador. Un capital filantrópico bien orientado puede impulsar soluciones innovadoras, co-creadas con las comunidades que viven los problemas en carne propia. Puede, además, adaptar modelos exitosos de otros contextos y probarlos en el nuestro, con la agilidad necesaria para aprender y corregir en el camino.
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Si realmente queremos mover la aguja, necesitamos pensar distinto. No basta con replicar lo que ya existe; tenemos que atrevernos a experimentar. Y, sobre todo, debemos enfocarnos en los resultados. Durante mucho tiempo la filantropía en nuestra región se ha entendido como caridad: donar dinero sin una mirada clara sobre el impacto generado. Pero los retos que enfrentamos hoy —desde la exclusión social hasta el cambio climático— son tan grandes que esa lógica ya no alcanza.
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Por eso, medir resultados se vuelve indispensable, aunque sabemos que no es tarea sencilla. El impacto de una intervención social rara vez se deja capturar en cifras simples. Ante ello, mecanismos como el de pago por resultados pueden ayudar a hacer que nuestra filantropía sea más eficiente. Es Hoy se encuentra liderando el Programa Por Más, que es financiado por la Cooperación Económica Suiza – SECO y el BID Lab. Este programa tiene como objetivo incorporar el uso de pago por resultados en el Perú, aprendiendo de la experiencia colombiana y de otros países de la región, en donde actores del sector privado y público se han puesto como reto mejorar la eficiencia del gasto, garantizando que se potencien y escalen aquellas soluciones que realmente están ayudando a resolver un problema social. Ya han comenzado su primer piloto con el Programa Elevatech, que es el primer programa de empleabilidad de habilidades digitales avanzadas.
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Demostrar eficacia e impacto tiene además un efecto multiplicador: atrae nuevas fuentes de capital. Hoy la llamada inversión de impacto está abriendo un espacio valioso para organizaciones que combinan modelos sostenibles con un compromiso explícito de reducir brechas sociales o ambientales. Allí la filantropía también puede ser clave, no solo aportando capital paciente, sino impulsando innovaciones en los instrumentos financieros que permitan canalizar más recursos hacia iniciativas con propósito. Ya hay ejemplos inspiradores en la región. Organizaciones como LUCHA, un impact studio que se asocia con founders latinoamericanos de impacto, están innovando en el diseño de mecanismos financieros que facilitan que el capital fluya hacia donde más se necesita. Ese es el tipo de esfuerzo que deberíamos promover y multiplicar.
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El desafío es enorme. Según Naciones Unidas, si realmente queremos alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, necesitamos movilizar entre 3.3 y 4.5 billones de dólares adicionales cada año a nivel global. En ese escenario, la filantropía no sólo puede, sino que debe ser un puente. Un puente que articule a actores públicos, privados y de la sociedad civil; que conecte visiones y recursos; que abra camino a formas innovadoras de colaboración.
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La complejidad de los problemas sociales exige diversidad de enfoques. Pero una mirada orientada a resultados debería ser la regla, no la excepción. Si logramos que cada donación esté acompañada de un compromiso serio con el impacto, podremos transformar la filantropía en lo que siempre debió ser: una palanca real para cambiar vidas. El reto está planteado. Ahora toca a quienes tenemos la convicción y los recursos hacer que la filantropía pase de ser un acto generoso a convertirse en un acto transformador.