
Escribe: Carlos Casas Tragodara, profesor en la Universidad del Pacífico
Mi respuesta es que no, o que está muy debilitada. Ese grupo de personas que eran influyentes en las políticas públicas, que contaban con una formación impecable y proponían alternativas nuevas para el país (que a menudo eran una peruanización de políticas aplicadas en otros países, o verdaderamente soluciones originales y aplicables a nuestra realidad) es hoy muy escaso.
LEA TAMBIÉN: La estrategia tributaria como instrumento de defensa y creación de valor en la empresa
Con esto me refiero a personas que, dentro del sector público, tengan la capacidad de proponer escenarios futuros, identificar tendencias y facilitar la adaptación a ellas.
Aquí hay varios aspectos que juegan en contra. Nadie se quiere comprar el pleito y ahora muchos de la antigua tecnocracia son líderes de opinión, pero no de acción. Algunos viven pegados al pasado, sin darse cuenta de que el mundo ha cambiado y que debemos plantear soluciones que lo tomen en cuenta. Eso de que “todo tiempo pasado fue mejor” ya no es tan cierto. Si aplicáramos tal cual lo que se hizo hace 15 o 20 años, sería un fracaso estruendoso.
LEA TAMBIÉN: Tren bioceánico: cuando la mejor jugada es no salir en la foto
Además, desde una perspectiva crítica, muchos de los problemas que afrontamos ahora en cuanto a falta de institucionalidad económica (no soy cientista político ni tengo otra carrera, solo soy economista) fueron generados por no haber sido más agresivos, no haber planteado cambios y no haber adaptado las políticas a los cambios en el mundo y en la sociedad.Por ello, la crítica que se menciona sobre la desconexión con la realidad puede tener algo de validez. La sociedad y la economía son fenómenos dinámicos, y no podemos plantear soluciones estáticas.
LEA TAMBIÉN: Chancay y el reto industrial: ¿motor del desarrollo o puerta de dependencia?
Otro de los factores que afectan a la formación de una nueva tecnocracia es el debilitamiento del Estado, que se ha agravado en los últimos años (pero que se arrastra desde hace al menos dos gobiernos). Hoy, para nadie joven y con buena formación es atractivo trabajar en el Estado. Muchos de los que lo hicieron hoy están en empresas privadas, ayudando a estas a navegar esas aguas turbulentas que implica la regulación. De esta manera, se ha perdido talento y se ha producido una “captura” de los exreguladores.
LEA TAMBIÉN: Gratificación: errores que podrían cometer las empresas y por qué pueden salir caros
Un factor importante más es la alta rotación de autoridades, que es cada vez más frecuente. Ello genera mucho ruido y reduce los incentivos para trabajar en el sector público. He visto y oído varias historias, pero todas se refieren al hartazgo de estar trabajando con jefes que están de paso, a quienes hay que explicarles todo y que no tienen liderazgo. Ante eso, muchos prefieren no trabajar en el Estado, y cada vez menos estudian posgrados en temas vinculados a las políticas públicas. Esto tendrá un efecto a largo plazo que no estamos viendo.
LEA TAMBIÉN: Sunat: El gran daño de la impredecibilidad tributaria
Otro elemento muy importante tiene que ver con los sueldos. Si se quiere pagar bien a un funcionario para que desarrolle una labor de responsabilidad, las críticas surgen desde todos lados y son muy dañinas. En el Estado hay una heterogeneidad de labores muy fuerte que requiere remuneraciones diferenciadas, pero el marco legal lo impide. Algo que está pasando es que los funcionarios que aún quedan (motivados, preparados y honestos) son tentados por el sector privado, que termina “jalándoselos” porque el sector público no es capaz de hacer una contraoferta, ya que las remuneraciones están controladas. Este aspecto no es menor, debido a que los reguladores, las empresas públicas u organismos técnicos especializados necesitan habilidades muy particulares que deben ser compensadas. Si no lo hacemos, el drenaje de talento continuará. Todavía quedan valientes que apuestan por trabajar en el Estado, pero cada vez son más escasos.
LEA TAMBIÉN: ¿Por qué debemos contratarte? Guía para responder una pregunta clave
Por último, tenemos la falta de innovación en el sector público. A quien innova se le castiga porque no cumplió determinado procedimiento, y no se le premia por los resultados que logró. Acá, el sistema de control juega un papel crucial que limita cualquier iniciativa en este aspecto. No son pocas las veces que me he encontrado con funcionarios que hacen las cosas de manera obsoleta, pudiendo hacerlas mejor, aumentando la productividad del sector público y disminuyendo los costos de transacción para la sociedad. Ante la pregunta de por qué no lo hacen de mejor manera, la respuesta es: “Porque el anterior lo hacía de esta forma y nunca tuvo ningún problema con el órgano de control”. El mundo al revés.
LEA TAMBIÉN: Economías ilegales, una encrucijada ante la que no nos podemos equivocar
Aquí cabe una cita: “Los motores del cambio tecnológico y, eventualmente, del desempeño económico fueron la actitud y la aptitud. La primera establece la disposición y energía con la cual la gente trata de entender el mundo natural alrededor de ellos. La segunda determina su éxito en convertir tal conocimiento en mayor productividad y mejora de los niveles de vida”. Esto escribe Joel Mokyr en su libro La cultura del crecimiento, en el que plantea que aquellos países que crecieron más desde el siglo XIX tuvieron una cultura donde la tolerancia y la aparición de nuevas ideas fueron escuchadas, y se permitió que se implementaran. Mientras que, en otros, donde grupos de poder religioso o político se oponían a las nuevas ideas, terminaron rezagados en términos de crecimiento. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
LEA TAMBIÉN: Tipo de cambio en agosto: sol se aprecia, pero equilibrio no está asegurado
Estas ideas pueden aplicarse al tema del talento en el sector público y a toda la economía. El debate está abierto. Todos somos responsables, pero eso lo abordaré en siguientes columnas.

Profesor de la Universidad del Pacífico.