
Escribe: Claudia Alfaro, cofundadora de Kaudal
Vivimos en un contexto donde la inteligencia artificial (IA) se usa en cada presentación corporativa, o los objetivos están basados en usarla de una manera u otra. Es así que muchas empresas se sienten obligadas a “mostrar resultados” rápidos y tangibles. Se anuncian pilotos, se compran licencias, se crean comités y se lanzan iniciativas. Sin embargo, quizás uno de los errores frecuentes es que se están dejando de lado medir indicadores importantes.
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La mayoría se enfoca en la cantidad de agentes creados, de usuarios activos o la velocidad con la que ahora se pueden hacer reportes, documentos y tareas repetitivas. ¡Y eso está bien! Sin embargo, es bueno tener en cuenta indicadores de impacto, además de los indicadores de uso, dado que esto no solo refleja que la tecnología está presente, sino que también demuestra que la tecnología está cambiando algo.

En la era de la IA, lo que deben mirar los líderes no es cuánta tecnología tienen… sino qué es lo que ha cambiado gracias a ella.
De medir actividad a medir fricción
Las empresas suelen celebrar que más personas usen un agente de IA, un sistema de automatización o una nueva plataforma. Pero si el proceso que rodea esa herramienta sigue igual, la mejora será marginal. La IA puede acelerar una tarea, pero si por ejemplo, el flujo automatizado sigue incluyendo aprobaciones innecesarias, formatos redundantes o pasos heredados de otra época, entonces el impacto será mínimo.
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Por ello quizás es mejor pensar en un indicador que pueda medir la reducción de la fricción operativa:
- ¿Cuántas aprobaciones se eliminaron?
- ¿Cuántos pasos dejaron de ser manuales?
- ¿Cuánto tiempo se liberó al equipo para enfocarse en actividades más valiosas?
- ¿Cómo afectó el ánimo del equipo y la proactividad de los colaboradores en querer hacer cosas nuevas?
Medir fricción obliga a mirar el proceso completo, no solo la herramienta. Y ahí es donde realmente aparece el retorno en el uso de estas herramientas.
El KPI más honesto: decisiones más rápidas
Otra métrica subestimada es la velocidad con la que tomamos decisiones. No sirve de mucho generar reportes más rápidos su las decisiones siguen siendo igual de lentas. En lugar de solo contar dashboards, otra métrica podría ser medir si la organización decide mejor y más rápido gracias a ellos.
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Otras ideas de buenos indicadores, es hacerse algunas de estas preguntas:
- ¿Cuánto disminuyó el tiempo entre solicitar información y actuar sobre ella?
- ¿Se resolvieron más casos en primera línea gracias a la automatización e IA?
- ¿Se redujeron los retrabajos por falta de datos o documentación incompleta?
Estas métricas hablan de madurez digital en el negocio, y no solo de la moda digital de usar las herramientas porque sí.
El impacto humano: tiempo ganado y roles que evolucionan
Como una opinión personal, no creo que la IA reemplace al talento, sino más bien, lo puede liberar, y empoderar en hacer cosas que quizás nunca hubiera imaginado hacer. Pero esto solo se puede ver si medimos el tiempo recuperado para actividades de mayor valor, y el cambio de mentalidad de las personas. Por ejemplo:
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- ¿Cuántas horas semanales se han movido de tareas operativas a tareas analíticas?
- ¿Cuánto más tiempo dedican los equipos a mejorar procesos, capacitarse o atender clientes complejos?
- ¿Cuántos colaboradores abordan los problemas y situaciones bajo una mentalidad digital, donde pueden conectar distintos puntos y resolver problemas con tecnología? Así no lo tengan que hacer ellos, eso significa que se han subido a la ola digital.
Cuando se mide el impacto humano, la conversación deja de ser de eficiencia y pasa a ser de crecimiento profesional. Y es por ello que una organización que solo mide el “uso tecnológico” se queda atrapada en los “pilotos eternos”. Sin embargo, una organización que además mide fricción, velocidad de decisión, tiempo liberado y cambio de mentalidad, puede rediseñar su modelo operativo. Y es en ese rediseño donde ocurre la verdadera transformación.
Más autonomía, más habilidades, más futuro
Finalmente, como todo en una organización, lo más importante son las personas. Los indicadores que importan no hablan de tecnología, sino de personas. Si los líderes quieren que la inversión en IA tenga impacto, entonces deben apostar por algo más profundo: equipar a sus equipos para que sean autónomos, capaces de resolver problemas y de reimaginar su rol con ayuda de la tecnología.
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Cuando los colaboradores entienden lo que la tecnología puede hacer por ellos, no solo trabajan más rápido:
- Toman mejores decisiones.
- Proponen mejoras.
- Desarrollan criterio digital.
- Adquieren habilidades que elevan su perfil profesional.
La verdadera productividad no se traduce en tener más herramientas, sino de tener más personas capaces de usarlas con sentido. Y ese es el indicador que definirá qué organizaciones avanzan y cuáles se quedan atrás.









