
Escribe: Enrique Castillo, periodista
Nos queda un año de convivencia con este Congreso. Un año que puede ser impredecible. Un año más con un Congreso que nos recuerda que siempre podemos estar peor. ¿Qué puede esperarse que suceda en esos próximos 365 días?. Lo que viene sucediendo en los últimos días de esta legislatura nos da una idea de lo que pueden ser los siguientes 12 meses.
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A las bancadas, mayoritarias o minoritarias, de derecha o de izquierda, les interesa cumplir con sus agendas particulares y con los compromisos que han adquirido con aquellos grupos que les dan apoyo, votos y algunas cosas más.
Las aprobaciones mayoritarias, o los conflictos que se generan entre bancadas, siempre se producen en función de normas que buscan favorecer o castigar a un sector muy definido o a ciertos personajes de una línea u otra.
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Dar leyes casi con nombre propio o “dedicadas” a determinado segmento o grupo, se ha hecho ya una costumbre. Hace mucho tiempo que el Congreso no da una ley que sea aplaudida o reconocida por la gran mayoría de los peruanos en virtud del beneficio que pueda generarles o del orden que pueda imponer.
Por el contrario, la gran mayoría de las leyes son rechazadas, discutidas, criticadas, o generan un perjuicio, sea porque abonan en las polarizaciones, crean o ahondan las diferencias, o porque, en lo económico, producen un irresponsable desequilibrio fiscal presente o futuro.
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El horizonte de la gran mayoría de los congresistas llega a su despacho y al hemiciclo. Con suerte, hasta una parte de sus regiones. Para muchos de ellos la visión de país no existe, y no hay tiempo para tratar de crearla o entenderla. Su agenda y su atención está puesta en cómo sacarle el máximo provecho a este momento “glorioso” que les ha tocado vivir, en el que pueden hacer lo que quieran sin que nada ni nadie los detenga.
Los votos valen mucho, y ellos lo saben. De ellos depende que una presidenta siga o no en su cargo, que un ministro sea interpelado o censurado, que un colega congresista sea desaforado o sometido a una comisión “fantasma”, que las altas autoridades sean perdonadas o acusadas, que se dé una ley para beneficiar a un sector o perjudicar a otro, que se arreglen normas para convertir a los ilegales en “formales” de la noche a la mañana, o que se les permita ser ilegales protegidos por siempre. Y ese poder se negocia muy bien, en una especie de mercado persa en el que la coherencia y la consecuencia salieron por la ventana el día en que muchos congresistas entraron por la puerta.
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Otro grupo de congresistas, los menos, han sido consistentes con sus posiciones, con las que uno puede estar de acuerdo o no.
Es obvio que el equilibrio e independencia de poderes, el control político, la defensa de los intereses y la soberanía del país, no entran en la agenda del Parlamento. Si la presidenta se sube el sueldo porque quiso, y si China y Brasil anuncian que un tren nos pase por encima, eso no es prioridad en el Congreso. Primero está la defensa de los mineros ilegales que anuncian que correrá sangre, o la aprobación de una ley de amnistía.
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Lo próximo será la elección de una nueva Mesa Directiva del Congreso. Una mesa integrada por congresistas con bajo perfil, para puestos que ahora no les interesa a los que estarán en campaña por la reelección. Algo así como poner el piloto automático.
No cambiará mucho el panorama. Las bancadas que ostentan el poder con sus votos seguirán mandando y seguirán manejando la agenda legislativa y el presupuesto. Todas ellas seguirán en su propio juego y con su propia agenda, acomodando las normas a sus intereses políticos, económicos y/o electorales, mientras el Ejecutivo hace lo mismo. Cada uno en su casa hará lo que quiera mientras uno no moleste al otro.
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Lo más probable es que no cambie el “espíritu” en el Congreso. Todos buscarán seguir en remoto, viajando en campaña o escuchando sus partidos, pero aprobando virtualmente las leyes que más le conviene a su clientela política, aunque luego se les diga que están de espaldas al país.
Es verdad que el Perú es un país de microclimas, y ahora lo podemos comprobar. El Ejecutivo tiene el suyo y vive en su nube, el Parlamento goza de su propia primavera, el Poder Judicial en un otoño opaco, la Fiscalía vive ahora en un ardiente verano, y así por el estilo.
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Lo curioso es que en este ambiente, los candidatos y los que deberían ser líderes de oposición, están invernando o están congelados.
