
Escribe: Mariana Rodriguez Risco, directora independiente en la UPC y miembro de WCD
La respuesta clásica sobre los roles del directorio suele resumirse en tres funciones clave: dirección, control y responsabilidad. Desde un enfoque de supervisión –no de gestión–, el directorio orienta la estrategia, controla la ejecución asegurando el liderazgo, la gestión de riesgos y el cumplimiento normativo, y asume la responsabilidad sobre los resultados económicos, la rendición de cuentas y la reputación corporativa.
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Estos roles explican la estructura de las agendas y el foco de atención en las sesiones de directorio en las cuales participo. Normalmente, seguimos la agenda con temas de dirección y control. Cuando hay crisis o bajo desempeño, se desencadenan conversaciones sobre los riesgos y/o las responsabilidades. En las sesiones estratégicas, miramos hacia el futuro y conversamos sobre la transformación digital, la evolución del modelo de negocio y las oportunidades ante un entorno en constante cambio.
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Todo esto es indispensable y está alineado con la práctica de directorios efectivos y programas de formación de directores. Pero no es suficiente.
Un directorio consciente añade una capa superior de conciencia colectiva. Aporta tres roles clave que trascienden la gestión tradicional:
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1. Inspiración. El directorio consciente vela porque la organización esté genuinamente inspirada por su propósito y lo refleje en sus decisiones. Supervisa el alineamiento entre estrategia, operación y propósito, y corrige cualquier decisión o acción que lo contradiga. Este es el walk the talk que genera confianza: que lo que se dice esté en sintonía con lo que se hace.
2. Influencia. Toda transformación empresarial es, en su esencia, una transformación cultural. El directorio consciente influye activamente en la cultura, modelando valores, creencias e incentivos. Este es el tone at the top: lo que el directorio expresa y tolera moldea el comportamiento de toda la organización.
3. Impacto. Toda empresa genera externalidades: efectos no deseados sobre personas, comunidades o el medio ambiente. Muchas veces estas consecuencias no están previstas ni reguladas. El directorio consciente identifica estas externalidades y promueve estrategias para minimizar o eliminar el impacto negativo. Este es el principio de I am accountable: asumo responsabilidad por las consecuencias, estén o no exigidas por la ley.
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Conclusión: Elevar la conversación. Los directorios necesitan abrir espacio para conversaciones más elevadas:
· ¿Estamos inspirados por nuestro propósito? ¿Se vive el walk the talk en el comportamiento de la empresa? ¿Es necesario corregir algo que no está alineado con el propósito?· ¿Ejerce el directorio la influencia correcta sobre la cultura? ¿El tone at the top está construyendo coherencia en la empresa? ¿La cultura organizacional sostiene la estrategia o la sabotea?· ¿Asumimos responsabilidad por nuestro impacto en la sociedad? ¿Practicamos el I am accountable? ¿Construimos credibilidad y legitimidad o desconfianza?
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Estos roles exigen salir de la zona de confort. No existen manuales ni indicadores estándar. Requieren conciencia, integridad y coraje. Pero son estos desafíos –asumidos voluntariamente e intencionalmente– los que despiertan capacidades profundas, refuerzan la resiliencia organizacional y nos preparan mejor ante un entorno incierto y cambiante.