
Uno de los momento más emocionantes y felices de mi vida ocurrió hace 18 años, cuando Machu Picchu (MAPI), patrimonio cultural y natural de la humanidad, fue reconocido como una de las siete nuevas maravillas del mundo moderno, por voto popular. Como ministra de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) sabía del riesgo de participar en una campaña como está y también de los beneficios que podría traer el obtener este reconocimiento.
El Santuario Histórico de Machu Picchu, ha sido siempre nuestra principal ancla turística y ser una de las nuevas maravillas podía potenciar su arrastre del turismo, no solo para Cuzco, sino para todo el país. Esta herramienta de marketing nos permitiría promocionar adicionalmente muchos de los otros atractivos turísticos del país, su diversidad cultural y natural y la infinidad de actividades turísticas posibles de realizar. Es por que tomamos los riesgos y con muy pocos recursos de Promperú nos lanzamos en una campaña austera, pero efectiva a convencer a todo los peruanos y extranjeros para que dieran su voto por MAPI.
Logro voto a voto
Tuvimos una gran receptividad, salíamos todas las mañanas muy temprano apoyados por la prensa a enseñar a votar en las cabinas de internet; las escuelas ponían sus computadoras para que los niños y padres de familia votaran; artistas nacionales como Juan Diego Flores e internacionales como Pink Floyd, se ponían el polo de MAPI y promovían la votación; China y Perú se hermanaron mientras negociábamos el TLC para promocionar La Muralla y nuestro Santuario; todos los peruanos nos hermanamos para que ese símbolo de nuestra raíz histórica, que nos genera identidad nacional, fuera reconocida y lo logramos voto a voto.
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Esto funcionó dentro de una estrategia de desarrollo del turismo (PENTUR) muy bajada a tierra para el desarrollo de las regiones del país y de una industria potente y cálida que ofrece experiencias únicas y diversas, que es una generadora de empleo formal y digno, para hombres y mujeres de todo el Perú y junto al desarrollo de una Marca País, que refuerza nuestra identidad nacional en la diversidad. Sin embargo, este avance requiere de una alta coordinación intersectorial e intergubernamental para que llegue a buen puerto, y hoy en día el liderazgo para ello está ausente.
Por supuesto, sabíamos que ganar este reconocimiento, implicaba la decisión política al más alto nivel de proteger nuestro patrimonio y hacerlo un recurso turístico sostenible, que permitiera el desarrollo de múltiples productos turísticos, más allá de la visita. Para ello se había creado, el 2005, la Unidad de Gestión de Machu Picchu (UGM), entidad encargada de la coordinación interinstitucional para la gestión del Santuario Histórico, inicialmente presidido por el Instituto Nacional de Cultura, luego Ministerio de Cultura (MINCUL), y donde participan, el MINCETUR, el Ministerio del Ambiente (MINAM), a través del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SERNANP), la municipalidad de Machu Picchu y el Gobierno Regional del Cuzco, quien desde el 2011 asume la presidencia. Esto último, me parece un grave error, pues se pierde la mirada nacional de un bien público, patrimonio de la humanidad.
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La UGM ha perdido influencia y capacidad de gestión. El MINCUL permitió la venta local de boletos durante la gestión de Betsy Chávez, situación aún no resuelta. Además, los fondos recaudados no se destinan plenamente al desarrollo del MAPI. Existe una mirada sesgada de preservación del monumento, pero no desarrollo sostenible que le daría el turismo. Si los recursos que se reciben por los boletos se destinasen a la inversión en propuestas existentes se lograría la preservación y su sostenibilidad, generando trabajo para las comunidades aledañas y para los cuzqueños, en general.
Algunos ejemplos: la creación de accesos alternativos a los que usan los buses, para romper el cuestionado monopolio concesionado por la municipalidad de Urubamba; también vías alternas a la del tren, por la zona de Santa Teresa, la instalación de un ascensor por la parte posterior del MAPI o de un teleférico; cambiar la entrada actual por otra que permita un acceso más ordenado, con servicios adecuados para el turista y un centro de interpretación que ilustre al visitante antes de empezar su recorrido en turnos bien establecidos, que permitirían manejar incluso el número de visitantes sin sobrecargar la Llacta, entre otras propuestas. Para ello, la UGM tiene que ser presidida y gestionada desde el Gobierno Central, quizás desde MINCETUR, con una gobernanza más técnica y profesional y con los recursos necesarios para ello.
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Sabemos que el daño ya está hecho, las imágenes de pasajeros deambulando en el bosque y por los rieles empedrados recorrió el mundo, así como las alertas de riesgo emitidas por los países emisores, justo cuando las grandes operadoras turísticas preparaban sus catálogos de promoción, sacando a MAPI de sus catálogos. Los operadores turísticos se quejan de muchas cancelaciones y los visitantes se fueron con sabor amargo, sin conocer MAPI, muchos no regresarán, ni recomendarán. Es hora de tomar las riendas y darle a MAPI prestigio y sostenibilidad.
