
Escribe: Carolina Trivelli, economista del IEP
Como suele suceder en los días cercanos a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), y en particular este año cuando, junto con ello se habla de los 30 años de la Conferencia Internacional sobre la Mujer de Beijing (1995) y a la vez se registran duros golpes y retrocesos a la agenda de cierre de brechas de género –local y globalmente–, propongo discutir un tema que urge abordar para que las mujeres podamos enfrentar con más y mejores herramientas los desafíos que se nos presentan.
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Si bien venimos celebrando que, tanto en el Perú como en buena parte del mundo, la inclusión financiera viene avanzando y, que a pesar del aún enorme espacio pendiente de cerrar, la brecha de género, en particular para las mujeres más jóvenes, se ha prácticamente cerrado, vale la pena llamar la atención sobre cómo a pesar de ello, las mujeres seguimos registrando una salud o bienestar financiero menor al de los varones. Hoy en el Perú 59% de las mujeres tienen al menos una cuenta (INEI, 2024), apenas 2 puntos porcentuales por debajo de los hombres, y entre los más jóvenes incluso encontramos que más mujeres que hombres están incluidos financieramente.
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Para ilustrar cómo el bienestar financiero de las mujeres se mantiene rezagado, podemos usar los resultados de la encuesta de capacidades financieras que hizo la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS) con el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) en el 2022. Esa encuesta encontró que las mujeres, incluso las incluidas financieramente, no lográbamos alcanzar niveles de bienestar financiero adecuados. Por ejemplo, solo el 25% de los encuestados señala que podría reunir 1,000 soles en los próximos 30 días sin dificultad y que para obtener esta suma un tercio de los encuestados recurriría a sus ahorros y otro tercio a sus familiares y amigos. Pero hay enormes diferencias de género: para las mujeres no solo el porcentaje con capacidad de obtener este monto es menor (19%), sino que la mayoría depende de sus familiares y amigos para obtenerlo (casi 40% de ellas recurriría a sus familiares y amigos como principal fuente de ayuda, mientras que los hombres usarían sus ahorros como fuente principal de fondos de emergencia).
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Usando esta misma encuesta, Juan Carlos Chong y Edgar Ventura, de la SBS, han publicado un estudio este año donde muestran cómo el ser mujer está asociado consistentemente con menores niveles de bienestar financiero (objetivo y subjetivo).
Los autores encuentran que el porcentaje de mujeres con alto nivel de bienestar financiero objetivo es apenas 7.3% (comparado con 13.5% para el caso de los hombres), y que esto se explica por nuestra menor autonomía económica y sobre todo por la mayor precariedad que enfrentamos las mujeres en los mercados laborales (informalidad, sobrerrepresentación en empleos de menor remuneración, menor número de horas trabajadas y menor tasa de participación laboral). Sólo el 7.3% de las mujeres logran una situación financiera holgada (contar con ingresos mayores que sus gastos, contar con recursos para enfrentar emergencias, tener ahorros suficientes para cubrir gastos en caso de perder su fuente de ingresos, etc.).
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Complementariamente, encuentran que las mujeres también tenemos menores niveles de bienestar financiero si nos aproximamos a ello en base a percepciones (si tengo confianza en que puedo manejar mis finanzas, si no me angustian los temas financieros, si considero que mis finanzas me permiten hacer lo que quiero hacer, etc.). En este indicador subjetivo de bienestar financiero, solo el 11.1% de las mujeres alcanza un puntaje considerado alto, mientras que el 17.5% de los hombres obtiene ese rango de puntajes.
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Cuando los autores buscan detallar qué factores explican estos resultados, encuentran que el bienestar financiero objetivo mejora cuando se cuenta con inclusión financiera, que el bienestar financiero subjetivo mejora cuando las personas tienen una actitud financiera positiva (responsable, por ejemplo), y que ambos tipos de bienestar financiero empeoran cuando la persona es de sexo femenino.
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Estos resultados, dan cuenta de que no es suficiente promover más inclusión financiera o mejores actitudes financieras para lograr mayor bienestar. Ambas cosas son importantes y ayudan, pero claramente son insuficientes para lograr dar mayor seguridad y oportunidades a las mujeres. Se tienen que atender los factores estructurales que están tras los menores niveles de bienestar financiero de las mujeres: oportunidades laborales y de generación de empleo, de autonomía y de control sobre el uso del tiempo.
Lograr que la inclusión financiera traiga bienestar y contribuya al cierre de brechas de género exige esfuerzos complementarios que contribuyan con el cierre de otras brechas que enfrentan las mujeres. Lograr mayor inclusión financiera para las mujeres ayuda, sin duda, pero no le pidamos que traiga bienestar financiero si no cambian los factores de fondo que explican las desigualdades en la autonomía económica de hombres y mujeres.

Magister en Economía Agraria por The Pennsylvania State University y Economista de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Ex Ministra de Desarrollo e Inclusión Social.
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