
Escribe: Carlos Zuzunaga, socio en McKinsey & Company
En el mundo empresarial actual, la velocidad del cambio y la complejidad de los mercados exigen una nueva forma de liderazgo. Ya no basta con habilidades técnicas o experiencia: se necesita una transformación profunda en la manera de formar líderes.
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El liderazgo moderno se construye sobre seis cualidades fundamentales: optimismo, liderazgo desinteresado, aprendizaje continuo, resiliencia, jovialidad y responsabilidad expandida. Estas cualidades, más que atributos individuales, son comportamientos que pueden cultivarse con intención y sistematicidad.
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En lugar de dejar el liderazgo al azar o a la intuición, las organizaciones más exitosas diseñan una “fábrica de liderazgo”: una estructura que combina procesos, cultura y personas para desarrollar líderes desde las etapas iniciales de su carrera. Esto es especialmente relevante en el Perú, donde más del 90% de las empresas son pymes o familiares y donde muchas trayectorias de liderazgo siguen basadas en la confianza personal más que en capacidades demostradas (INEI, 2022).
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Veamos las seis cualidades y cómo se aplican a nuestra realidad:
1. Optimismo informado: en entornos volátiles como el peruano, sostener una visión posible y positiva, aun en la incertidumbre, no solo es deseable: es movilizador.
2. Liderazgo desinteresado: pasar del control al empoderamiento no es fácil en culturas jerárquicas. Pero los líderes que desarrollan a otros construyen equipos más autónomos y preparados.
3. Aprendizaje continuo: en un país con brechas educativas, las empresas pueden marcar la diferencia premiando la curiosidad, el aprendizaje y la actualización constante.
4. Resiliencia con propósito: la resiliencia no es solo aguantar, es avanzar con foco. Y contagiar ese enfoque en tiempos difíciles es una de las mayores tareas de un líder.
5. Jovialidad y cercanía humana: en el Perú, donde las relaciones personales son clave, liderar con calidez genera confianza y compromiso.
6. Sentido de responsabilidad extendida: los líderes que entienden su impacto más allá de lo financiero —en la comunidad, el ambiente y su equipo— están mejor preparados para guiar a largo plazo.
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El McKinsey Transformation Index (MTI) ha demostrado que las empresas que abordan la transformación de forma disciplinada y alineada logran hasta 2.7 veces más valor que las que no lo hacen. Y el Organization Health Index (OHI) muestra que las organizaciones con culturas saludables generan tres veces más retorno para los accionistas. Ambos marcos refuerzan lo mismo: el liderazgo se puede medir, formar y mejorar.
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Las organizaciones más exitosas no apuestan al azar: crean sistemas. Una “fábrica de liderazgo” no es una metáfora inspiradora, sino una estructura real que combina procesos, cultura y personas para formar líderes de manera continua y confiable. Esto implica empezar desde abajo, con jóvenes talentos que reciben desde el inicio oportunidades de desarrollo, exposición a desafíos reales y retroalimentación clara. También requiere de líderes actuales que se vean como formadores de los próximos líderes, no como guardianes de poder. En Perú, donde muchas empresas han crecido en entornos informales o familiares, esto representa un cambio de mentalidad. Pasar de “ascensos por confianza” a trayectorias de liderazgo transparentes y meritocráticas es uno de los pasos más transformadores que una organización puede dar.
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Construir líderes en el Perú es más que una estrategia de negocios: es una inversión en el futuro del país. El liderazgo no es un don, sino una práctica, y como toda práctica, necesita estructura, seguimiento y convicción. El llamado es claro: no esperemos estabilidad para formar líderes. Es precisamente en contextos inestables cuando más los necesitamos.