
Escribe: Elena Conterno, especialista en políticas públicas
En el 2026 tendremos un nuevo proceso electoral nacional y, por tanto, una nueva oportunidad de definir quiénes nos representarán en los principales cargos públicos. Este proceso llega en un contexto de grave crisis de liderazgo, en que muchas de nuestras autoridades han demostrado carecer de la capacidad para conducir, inspirar y transformar al país hacia uno de más bienestar y oportunidades.
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Como resalta Ronald Heifetz, la autoridad formal es el poder conferido a través de un cargo: congresista, presidente, ministro. Sin embargo, la verdadera autoridad –la que realmente importa– es la informal: aquella que se construye a través de la integridad, la coherencia y la capacidad de movilizar a otros para enfrentar desafíos de la sociedad; y es esa autoridad la que permite ejercer un liderazgo efectivo.
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Según destaca Heifetz, un liderazgo verdadero requiere:
• Visión para identificar las transformaciones necesarias más allá de la coyuntura.
• Capacidad de diagnóstico para distinguir entre problemas técnicos y desafíos adaptativos.
• Habilidad de comunicación para explicar con claridad el rumbo, incluso cuando supone costos y sacrificios.
• Capacidad de movilización para convocar a diversos actores, sostener la energía del cambio y enfrentar resistencias.
• Coherencia y coraje para actuar en consonancia con principios éticos, no simplemente buscando popularidad.
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Actualmente nuestras máximas autoridades formales en Ejecutivo y Legislativo carecen de autoridad informal. Destaca el caso de la presidenta, quien asumió el cargo en condiciones excepcionales, sin mayor autoridad informal, y, lejos de construirla, la ha ido perdiendo a pasos acelerados, entre frivolidades, arrogancia y mentiras.
La situación en el Congreso no es menos preocupante. Muchos de nuestros actuales representantes han demostrado ser cómplices de economías ilegales y protegerse entre sí para evadir investigaciones en casos de contrataciones cruzadas, mocha sueldos y hasta reclutamiento de prostitutas. Algunos incluso han llegado al hemiciclo con investigaciones pendientes por tráfico de influencias, lavado de activos o vínculos con organizaciones criminales.
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En este desierto de liderazgo, merecen reconocimiento los esfuerzos aislados en ciertos ministerios que trabajan por sacar adelante políticas públicas relevantes. Sin embargo, su impacto es limitado: sin liderazgo desde arriba, las iniciativas se fragmentan, carecen de respaldo firme y difícilmente logran alcanzar grandes avances.
Y tenemos muchos retos como país que requieren liderazgo: desde enfrentar la crisis por la inseguridad ciudadana que vivimos hasta recuperar dinamismo en las inversiones y la economía, pasando por elevar la calidad de la educación pública y lograr una atención oportuna de los servicios de salud.
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Recordemos que al votar autorizamos a personas para representarnos, para decidir en nuestro nombre y para conducirnos en los siguientes años. Demos esa autoridad a quienes tengan autoridad informal; a quienes puedan ejercer liderazgo.
Por eso, como ciudadanos responsables debemos exigir a quienes postulan:
• Que demuestren liderazgo auténtico, con visión, capacidad de comunicación y movilización.
• Que muestren coherencia entre sus discursos y sus acciones.
• Que no tengan antecedentes penales o sean deudores alimentarios.
• Que acrediten trayectoria de servicio público o privado con resultados concretos.
En el pasado hemos tenido autoridades que no solo carecían de liderazgo, sino que incluso tenían antecedentes de violencia, corrupción o irresponsabilidad familiar. Necesitamos autoridades íntegras, que sean referentes de comportamiento para nuestra sociedad, no ejemplos de lo que debemos erradicar.
Serán importantes las herramientas que el Jurado Nacional de Elecciones y la sociedad civil pongan a disposición ciudadana para que todos emitamos un voto informado. Decidir en la cola de votación no es una opción. Cada uno de nosotros tiene el deber de investigar, contrastar, evaluar y tomar una decisión responsable, y las empresas de promover desde ya que sus trabajadores lo hagan.
Estamos en un momento decisivo. Nuestro país necesita líderes verdaderos, personas capaces de conducirnos con visión, integridad y coraje para entrenar los múltiples retos que como ciudadanos y empresas tenemos por delante. No más autoridades de cartón. Informémonos, reflexionemos y votemos con responsabilidad, porque el futuro de nuestro país dependerá de la calidad de liderazgo que todos nosotros, como ciudadanos, llevemos al poder.
