
Escribe: José Martínez Sanguinetti, fundador de Sothys Capital
La primera mitad de este 2025 ha visto una aceleración sin precedentes de la desglobalización. La contienda arancelaria ha reconfigurado el comercio internacional. En EE.UU., el dogma de aranceles bajos y tasas uniformes ha sido reemplazado por un sistema de tasas diversas, con un arancel base del 10% aplicado a la mayoría de las importaciones desde el 5 de abril, y tasas específicas para algunos productos y países.
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Aunque temprano para evaluar el impacto total, la incertidumbre de estas negociaciones comerciales ya ha reducido las expectativas. El FMI ha recortado su previsión de crecimiento económico mundial para este año del 3.3% al 2.8%. Las empresas están redefiniendo sus cadenas de suministro para evitar los nuevos aranceles. Aquellas directamente afectadas han optado por el acopio de materiales críticos. Esto ha impulsado un aumento del comercio y precios más altos y volátiles.
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El dólar estadounidense ha caído casi 10% en lo que va del año, paradójicamente, junto con un aumento significativo de las tasas de interés. Esto ha reducido las expectativas de crecimiento para EE.UU. y, por extensión, para el resto del mundo. Se proyecta que la economía estadounidense crezca solo 0.9% en este 2025, frente al 2% en los doce meses previos a marzo último. Esto impactará a sus principales socios: Japón podría pasar de crecer 1.7% a 0.6%, China de 5.4% a 4.7%, y Europa, menos afectada, de 1.5% a 1.2%. A nivel regional, Asia Oriental y el Pacífico verían su crecimiento reducirse al 4.5%, y América Latina y el Caribe se mantendrían estables con 2.3% en este año.
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Esta desaceleración global, que ocurre en un contexto de tasas de desempleo relativamente bajas, sugiere un incremento del desempleo hacia finales del 2025 y en el 2026. Si bien el mayor desempleo podría mitigar las presiones inflacionarias, la reconfiguración de las cadenas de suministro y los cambios en los flujos comerciales están elevando los precios en muchos países. La inflación global proyectada para el año es del 4.2% (FMI). Pocos países esperan ver reducciones en sus tasas de inflación en este 2025, limitándose a aquellos con dinámicas inflacionarias propias muy altas (como Argentina, Turquía, Israel, Rusia o Egipto).
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Dos preocupaciones a largo plazo son los altos déficits presupuestales públicos y el superávit de ahorro del sector privado. El déficit fiscal global se proyecta en 5.1% del PBI mundial para el año, una décima más que en el 2024. La deuda pública global se prevé que alcance el 95.1% del PBI mundial, un incremento de 2.8 puntos porcentuales respecto al 2024, con emisiones de deuda pública en países de la OCDE que podrían llegar a un récord de 17 billones de dólares en este 2025. Este “efecto crowding out” desvía fondos de la inversión privada –que podría crecer a tasas del 5.0% este año– al refinanciamiento de la deuda estatal, resultando en tasas de interés más elevadas.
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Afortunadamente, este panorama se da en un momento de innovación tecnológica acelerada. Avances en generación y almacenamiento de energía, transporte, computación cuántica, inteligencia artificial y robótica están revolucionando la producción y el trabajo. Esto augura una tendencia de crecimiento económico continuo a largo plazo, aunque la incertidumbre actual lo hará más volátil e impredecible.
