
Escrita por: Carlo León, Gerente de Renta Fija de Prima AFP.
La tasa de interés del bono del Tesoro americano a diez años ha sido el punto de referencia para los mercados financieros globales, marcando la pauta para los otros activos de deuda. El Perú, como muchos otros países emergentes, ha seguido este patrón, con tasas soberanas negociándose tradicionalmente por encima del rendimiento americano. Pero lo que parecía una ley inquebrantable está empezando a tambalearse.
Cada vez es más plausible imaginar un mundo en el que nuestros bonos a diez años en soles coticen por debajo de su equivalente en Estados Unidos, un cambio que hasta hace poco sonaba improbable.
La inflación ha sido un factor clave en esta transformación. Tanto Estados Unidos como el Perú tienen metas inflacionarias del 2%, pero en varias ocasiones los precios en el Perú han aumentado más rápido que en la economía norteamericana. Sin embargo, ahora la ecuación se invierte. Mientras el proteccionismo y la relocalización industrial generan presiones inflacionarias en Estados Unidos, el Perú experimenta un proceso de desinflación más acelerado de lo esperado, impulsado por una menor presión de demanda interna, la normalización de precios de alimentos y energía, y un tipo de cambio que, al menos por ahora, permanece estable. Así, mientras la inflación esperada en Estados Unidos supera nuevamente el 3%, en el Perú se ha ubicado cómodamente alrededor del objetivo de 2%, un giro inesperado en la dinámica tradicional.
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Por otro lado, el panorama fiscal en Estados Unidos añade otra capa de complejidad. La Reserva Federal enfrenta la dificultad de contener la inflación en un contexto donde el déficit fiscal se expande sin freno. Con un gasto público creciente y una recaudación insuficiente, el Tesoro americano se ve obligado a emitir deuda en grandes volúmenes, elevando el costo de financiamiento y aumentando el famoso term premium. Esta incertidumbre ha hecho que los inversionistas exijan una prima adicional por el riesgo de duración, empujando las tasas de interés al alza.
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Mientras tanto, el Perú, aunque no exento de desafíos políticos y fiscales, sigue destacando como un país con fundamentos relativamente sólidos dentro de la región. Con una deuda pública por debajo del 35% del PBI y un déficit manejable, mantiene cierto atractivo para los mercados. En este contexto, no resulta descabellado pensar que sus tasas de largo plazo lleguen a niveles cercanos o incluso por debajo de las de Estados Unidos, una dinámica más común en economías asiáticas como Tailandia o Corea del Sur, pero poco frecuente en América Latina.
Si esta tendencia persiste, podría tener implicaciones importantes. En teoría, un Perú con tasas más bajas que Estados Unidos podría enfrentar presiones sobre el tipo de cambio, fortaleciendo al dólar. Sin embargo, si esta relación obedece a una menor inflación y estabilidad fiscal en el Perú, el impacto podría ser contenido o incluso favorable. Al mismo tiempo, los inversionistas globales, en busca de oportunidades con menor riesgo fiscal, podrían voltear la mirada hacia el mercado peruano, generando nuevos flujos de capital. Esto también haría que la curva de rendimiento peruana resulte más atractiva, abaratando el financiamiento interno y potenciando la inversión privada.
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Lo que antes parecía una anomalía comienza a cobrar sentido dentro de la nueva configuración macroeconómica. Estados Unidos lidia con una inflación persistente y problemas fiscales crecientes, mientras el Perú muestra tasas reales positivas, inflación controlada y métricas fiscales razonables. Quizás el mundo al revés no sea tan extraño después de todo. Tal vez estamos próximos a ver una nueva normalidad.