Escribe: Luis Miguel Castilla, director ejecutivo, Videnza Instituto
Ahora que vimos cómo la administración de Donald Trump utilizó la Ley de Poderes Económicos en Emergencias Internacionales (IEEPA) para imponer aranceles del 25% a México y Canadá y 10% a China, aunque con una pausa de 30 días de por medio, muchos se preguntan si el Perú podría enfrentar un escenario similar. Para responderlo, analicemos la relación comercial entre nuestro país y la primera potencia mundial.
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Estados Unidos es el segundo destino principal de las exportaciones peruanas, sólo por detrás de China. En el 2023, exportó a dicho país US$ 9,200 millones en productos agrícolas como uvas, café, espárragos, paltas y arándanos (US$ 3,000 millones), metales como cobre, estaño y zinc (US$ 1,300 millones), metales preciosos como oro (US$ 1,200 millones), minerales como molibdeno y petróleo crudo (US$ 1,100 millones), y textiles y confecciones (US$ 1,000 millones).
Pero esto no siempre fue así. En los últimos 20 años, las exportaciones del Perú a Estados Unidos se triplicaron gracias al Tratado de Libre Comercio (TLC) entre ambos países. Firmado en el año 2009, permitió que más del 90% de los productos peruanos ingresaran al mercado estadounidense libres de aranceles. El TLC actuó también como un catalizador para captar inversiones del país norteamericano. Hoy, según ProInversión, es el cuarto inversionista más grande en el Perú, con el 11% del total de la inversión extranjera directa (IED).
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Si bien el TLC es un acuerdo bilateral con compromisos a largo plazo, existen mecanismos para su terminación o suspensión. En términos generales, cualquiera de las partes podría retirarse del acuerdo notificando a la otra con seis meses de anticipación. Sin embargo, Estados Unidos podría bloquear o restringir el comercio con el Perú sin abandonar el TLC utilizando herramientas como la IEEPA, que le permite imponer sanciones económicas arguyendo razones de seguridad nacional o de política exterior (tal fue el caso reciente con Colombia, aduciendo que estaba cuestionando su nueva política migratoria). También podría recurrir a barreras comerciales no arancelarias, como medidas sanitarias más estrictas o restricciones a productos específicos, lo que afectaría sectores primarios como la minería y la agricultura.
Históricamente, el Perú ha mantenido relaciones comerciales y diplomáticas estables con Estados Unidos. Es un socio confiable en la región, pues sus políticas están alineadas con los intereses económicos y geopolíticos del país del norte. Y no tiene conflictos armados internos ni problemas migratorios, como podrían ser los casos de México, Venezuela y Colombia.
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En cuanto a Estados Unidos, el principal factor que aumenta el riesgo de aranceles son las políticas proteccionistas anunciadas por Trump. Pero, si nos ceñimos a su primer mandato, impuso aranceles a países con déficits comerciales con ellos. Por ejemplo, introdujo aranceles del 25% a productos provenientes de China. Según la Reserva Federal de los Estados Unidos, esta medida le costó al país US$ 88,000 millones anuales en mayores costos de importación, lo que se tradujo en un impacto negativo sobre el PBI de 0.3% al año. Este punto no resultaría problemático para el Perú, considerando que en 2023 Estados Unidos tuvo un superávit comercial con nuestro país de US$ 2,700 millones.
El principal factor de riesgo hoy está en el uso de la IEEPA, instrumento legal que otorga a Trump la autoridad para regular el comercio y aplicar sanciones económicas en respuesta a emergencias nacionales que involucren amenazas inusuales y extraordinarias provenientes del extranjero. Permite imponer aranceles como ha pasado con Irán (1979), Corea del Norte (2011) y Venezuela (2018). Si el Gobierno estadounidense encuentra una justificación bajo la IEEPA, como cuestiones de migración, seguridad regional o crisis económica, podría imponer aranceles a productos peruanos sin necesidad de la aprobación del Congreso de dicho país.
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En el corto plazo es previsible que la administración Trump priorizará los conflictos que mantiene con países como China y México. En el caso del Perú, el principal riesgo es que el Gobierno estadounidense perciba la gran presencia de inversión china en nuestro país, especialmente en sectores que puedan considerarse “amenazas” a su seguridad nacional. Si bien el puerto de Chancay despierta el recelo de los estadounidenses y podría considerarse contrario a sus intereses geopolíticos, es poco probable que se adopten medidas tan gravosas como un incremento en los aranceles. A lo mucho podría esperarse presiones paraarancelarias y condicionamientos a la cooperación bilateral, hoy bajo revisión de la nueva administración. Un recorte a la cooperación estadounidense en la lucha contra el narcotráfico sería muy perjudicial para ambos países, en un contexto en el cual las economías ilegales avanzan imparables y se requiere movilizar todos los esfuerzos posibles para luchar contra estos flagelos.
Aun cuando nada pueda descartarse por la naturaleza impredecible del presidente Trump, la amenaza arancelaria será una constante para el Perú, pero con baja probabilidad. A diferencia de otras economías, el hecho de contar con socios comerciales diversificados ayudará a mitigar este riesgo en el corto plazo. No obstante, el grado de alineamiento ideológico con el próximo Gobierno peruano podría cambiar el escenario. Lo cierto es que mucho está en juego con la primera potencia del mundo y poco podríamos hacer. Lo aconsejable será mantener una política exterior pragmática y cauta, y hacer el mayor esfuerzo posible para no quedar en medio de conflictos ajenos. Sin duda, el mundo hoy se torna mucho más incierto por la materialización de las amenazas proteccionistas del nuevo Gobierno republicano, y el inicio de una guerra comercial, y estamos expuestos a shocks impredecibles que vengan del exterior.
Con una experiencia en bancos multilaterales de desarrollo, se desempeñó en altos cargos en el CAF – Banco de Desarrollo de América Latina, entre otros. Tiene un doctorado en Economía de la Universidad Johns Hopkins de Maryland.
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