
Escribe: Enrique Castillo, periodista.
Hay preguntas que toman fuerza periódicamente, y que vuelven a ponerse sobre la mesa a partir de ciertas coyunturas o por impulso de algunos actores políticos o mediáticos.
Últimamente ha reaparecido, esta vez por insistencia o dudas de algunos congresistas, aquella que consulta si la presidenta terminará su mandato, o si será vacada a partir de julio luego del cambio de la Mesa Directiva del Congreso.
En el Perú ya nada es previsible, y la respuesta más fácil sería que cualquier cosa puede pasar. Pero puede haber algunos elementos que jueguen a favor o en contra de una vacancia que solo depende de los votos de los congresistas.
La presidenta tiene en realidad cuatro bancadas que le dan soporte y votos. Dos de ellas (APP y PL) van a estar con ella hasta el final, pase lo que pase, porque sus dos líderes tienen muchos compromisos con la presidenta, se deben muchas cosas mutuamente con Dina Boluarte, y sus agrupaciones tienen participación en el Gobierno. Las otras dos (FP y SP) tienen votos que le sirven mucho al Gobierno, pero intentan desmarcarse de Dina Boluarte ante la opinión pública, aunque parece que sin éxito.
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Las encuestas sobre la intención del voto podrían generar un cambio en FP, por ejemplo. Una subida en la intención de voto de Carlos Alvarez, de Rafael López Aliaga, o de cualquier otro candidato del sector de la derecha o centro, puede determinar que exista la necesidad de romper abierta y públicamente con el Gobierno y, frente a una coyuntura determinada, la vacancia puede ser una opción para demostrar que no hay compromiso con Dina Boluarte.
En la otra orilla, si la intención de voto le sigue dando a Keiko Fujimori o a FP un lugar destacado, las cosas pueden seguir como están. Y si, además, se concreta la visita del Papa, el milagro se le habrá hecho a la presidenta, porque se argumentará que no se puede recibir al Papa con tremenda inestabilidad.
A partir del soporte que le dan esas cuatro bancadas a Dina Boluarte, surge la segunda pregunta: ya con las elecciones convocadas, ¿no les preocupa a esas bancadas ser castigadas por el electorado por dar apoyo a un gobierno tan ineficaz, no están incómodas?
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Y aquí la respuesta puede ser más simple, porque si hay partidos que están gozando de la proximidad del poder o de una participación en el Gobierno, sea esta mayoritaria o minoritaria, con todas las ventajas que ello genera, ¿qué incomodidad puede haber?, por el contrario, esa cercanía o influencia en el poder permite la posibilidad de contar con los recursos o las preferencias para la ejecución de obras, grandes o pequeñas, a nivel regional o local, en donde se intenta conseguir el apoyo de bolsones electorales.
A las bancadas amigas les conviene el apoyo del Gobierno, y a la presidenta le conviene que los partidos que le dan soporte hoy tengan la posibilidad de volver a tener bancadas numerosas o medianamente fuertes para tratar de asegurarse el control del próximo Parlamento como lo tienen ahora, y así ofrecer cierta protección a la actual presidenta frente a tantas acusaciones que se reactivarán al día siguiente que deje el poder. Aunque en política nada se sabe, porque las lealtades no siempre existen.
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Y a partir de esto llega la tercera pregunta: ¿por qué se le permite al Gobierno y al Congreso hacer lo que quieren?, ¿por qué la presidenta puede tener sus joyas, sus cirugías, vuelve a viajar, o va a poder subirse el sueldo; y los congresistas dan leyes a su medida que no son observadas, pueden poner en riesgo la caja fiscal, tienen todos los créditos suplementarios que quieran, van a poder volver a tener inmunidad parlamentaria, ¿y nada pasa?
Un encuentro de voluntades no explícito ha permitido esta convivencia en la que Gobierno y Congreso viven juntos, pero en cuartos separados, en los que cada uno hace su propia vida y toma sus propias decisiones, aunque el dominante (Congreso) puede llamar al orden al dominado (Gobierno) por un caso puntual, y solo si se genera mucho escándalo o los vecinos se quejan demasiado.
La fórmula les ha funcionado hasta hoy, y ambos podrían llegar hasta el 2026, si las encuestas y la coyuntura lo permiten.