
Escribe Fernanda Gobbo, gerente de Recursos Humanos en Natura
Diez años atrás, hablar de Recursos Humanos era hablar de estructuras, cumplimiento y procesos. La función estaba pensada para garantizar orden administrativo, y en muchos casos, se limitaba a responder: ¿cómo hacer que las personas se ajusten al sistema? Hoy la pregunta ha cambiado: ¿cómo podemos ajustar el sistema para que funcione mejor para las personas?
En esta última década hemos sido testigos -y protagonistas- de una transformación profunda. La irrupción de tecnologías, la automatización de procesos repetitivos y el auge del trabajo híbrido nos liberaron tiempo y energía para enfocarnos en lo verdaderamente importante: el desarrollo humano.
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Pero lo que más ha cambiado, sin duda, es la centralidad del bienestar. Hace diez años, hablar de salud emocional, equilibrio vida-trabajo o espacios psicológicamente seguros era excepcional. Hoy es una expectativa mínima. Las personas quieren, y merecen, sentirse vistas y cuidadas.
Muchas organizaciones han dado pasos concretos para crear entornos más humanos. Por ejemplo, en licencias más inclusivas, con foco en los distintos tipos de familia; acceso a plataformas de bienestar integral, que ofrecen desde actividades que hoy son muy valoradas, como clases de yoga, hasta consultas con nutricionistas.
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También se impulsan iniciativas centradas en el bienestar, como asegurar opciones saludables en el lugar de trabajo. Todo esto nos ha llevado a repensar profundamente lo que significa cuidar a las personas en el ámbito laboral.
Asimismo, ha habido avances notables en diversidad e inclusión. Hace diez años, el enfoque era más declarativo que estratégico. Hoy se reconoce que sumar miradas distintas no solo es lo correcto, sino también un motor de innovación. Contar con equipos diversos en todos los niveles ya no es una excepción, sino un compromiso activo.
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Todo esto refleja un cambio de paradigma: Recursos Humanos ya no es un área de soporte, sino una función clave del negocio. Lo que antes era “gestionar talento”, hoy es crear las condiciones para que el talento florezca.
Y si bien los avances son grandes, el camino continúa. Lo que está en juego no es solo el bienestar de quienes trabajan dentro de una organización, sino el impacto positivo que esa experiencia puede tener en toda su cadena de valor.
Porque cuando las personas están bien, todo el ecosistema lo siente. Y eso, hace diez años, era una idea. Hoy, es una convicción.