
Escribe: Galantino Gallo, CEO de Prima AFP
En la naturaleza, la capacidad de adaptación de una especie a su entorno y a las condiciones cambiantes de su hábitat es la clave de su supervivencia. Quien no logra cambiar, quien no logra alinearse con las exigencias de todo lo que lo rodea, está condenado a la extinción.
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En el mundo de las empresas y de las organizaciones en general, ocurre lo mismo. El mercado premia a quienes se acomodan y sacan provecho de las circunstancias que la realidad les impone, a quienes han logrado identificar las necesidades de sus clientes, a quienes se mantienen en sintonía con las nuevas tecnologías y con las demandas cambiantes del país.
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Con esto en mente, la aprobación el año pasado de la ley de modernización del sistema previsional fue una gran noticia para el Perú. Durante años, el sistema de pensiones estuvo atrapado en una estructura legislativa que impedía su adaptación a las necesidades de los peruanos de hoy. Así, tras tres décadas de existencia y muy poca evolución, no tenía mucho espacio para abordar algunos de los principales dolores de los afiliados, ampliar la cobertura y, en general, mejorar la percepción que se tiene sobre el régimen. La reforma, en ese sentido, es un paso en el camino correcto, no solo porque, de por sí, entraña un cambio que era urgente, sino también porque, dependiendo de la manera en la que se ejecute, puede darle al sector las herramientas para ser más flexible y adaptable.
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En ese sentido, el reglamento que hoy está preparando el Ejecutivo es fundamental. La norma aprobada ha abierto la ventana legal para hacer las cosas, pero dependerá del Gobierno y de las instituciones involucradas en el proceso que las reglas del juego que se pongan en práctica sean una fiel representación del espíritu de la reforma. En sencillo: que hagan ejecutables todos los beneficios que esta permite.
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Veamos el caso de la pensión mínima. Aquí la meta es clara: que la mayor cantidad de personas posible acceda a ella. La norma establece que el acceso a esta depende de alcanzar una cantidad mínima de unidades de aporte. Y esta es una buena manera de incentivar el ahorro previsional, pero será importante que esto se exprese en reglas lo suficientemente claras –como definiendo precisamente a cuánto equivale una unidad de aporte– y flexibles para que, por un lado, el afiliado sepa a ciencia cierta cuán cerca está de obtener la pensión mínima y, por otro, para que no se termine marginando a nadie que haya aportado con relativa disciplina a su fondo. Aquí se trata no solo de premiar la constancia, sino también de estar a la altura de la promesa de la reforma.
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Lo mismo ocurre cuando hablamos de la apertura a más competidores en el sector previsional. Este es, probablemente, el ingrediente de la norma aprobada el año pasado que más espacios puede habilitar para lo que hablamos al principio: la evolución del sistema. La posibilidad de que nuevos actores ingresen y disputen afiliados no solo permitirá dinamizar el mercado, sino también obligará a todos los participantes a mejorar su propuesta de valor, la calidad de sus servicios, su eficiencia y les permitirá atraer al mejor talento. Pero para que eso suceda, el reglamento tiene que asegurar que la cancha esté nivelada para todos, permitir el empleo de herramientas básicas de competencia –como promociones o beneficios para los usuarios– y facilitar la tercerización de la fuerza de ventas con empresas de cualquier rubro, para que no sea necesaria una grandísima inversión en infraestructura para operar. En otras palabras: que las reglas no sean un obstáculo para que la competencia florezca, sino una plataforma para que la industria se reinvente, crezca y se mantenga en sintonía con las necesidades de los afiliados.
Y es con esta perspectiva que el reglamento debe abordar todos los beneficios de la reforma: la pensión por consumo, las comisiones por desempeño y la inclusión de trabajadores independientes. Además, desde el Estado se debe establecer una estrategia, en la que los privados deben ser los principales aliados, para informar sobre los alcances de la reforma y, en general, sobre la importancia del ahorro previsional.
Así las cosas, necesitamos que lo bueno de la ley de modernización del sistema previsional se plasme en la práctica. Que los cambios, tan importantes para el proceso de evolución del sector, sean tangibles para los peruanos.
