
Escribe: Pedro Pablo Kuczynski, expresidente de la República
Hay muchos factores que influyen en el crecimiento y la prosperidad de los países. Uno muy visible para los ojos de los votantes es, sin duda, el efecto psicológico y físico de los grandes proyectos de infraestructura, tales como sistemas de luz y agua, puertos, carreteras y trenes. Si vemos, por ejemplo, la prosperidad de Estados Unidos en el siglo XIX, una gran parte se debió a la apertura del oeste norteamericano a través de la construcción de las vías férreas y de los trenes. Estos tuvieron muchos altibajos, bancarrotas y otras tragedias, pero al final sirvieron su propósito y permitieron la expansión del país a tierras que habían sido poco desarrollados por México hasta mediados del siglo XIX.
LEA TAMBIÉN: Política fiscal y modelo económico
Ya esos proyectos nos mostraron lo que eran asociaciones público-privadas, que hoy el Perú utiliza para apoyar y construir los grandes proyectos de infraestructura.

Con membretes distintos a los de hoy, la expansión ferroviaria de Estados Unidos hacia el oeste, tenía todas las características de lo que hoy llamamos asociaciones público-privadas: los privados ponían la plata para construir los proyectos, pero el Estado le daba las tierras aledañas al futuro ferrocarril, de tal manera que pudieran financiar las construcciones en lo que hasta ese momento había sido un virtual desierto.
LEA TAMBIÉN: Confiep: Los empresarios también somos ciudadanos y debemos participar más en política
Los países que crecen y progresan necesitan grandes proyectos de infraestructura: ferrocarriles, carreteras, sistemas de agua y electricidad, puertos y muchos otros más. Es verdad, muchos pequeños proyectos contribuyen y son parte esencial del desarrollo, pero los grandes proyectos no solo inspiran, sino que también ponen la infraestructura esencial, sin la cual no hay crecimiento. El Perú necesita grandes proyectos para crecer y prosperar. Esto se recuperó en la década de 1990 con las reformas que se iniciaron en el gobierno de Alberto Fujimori. Desde aquella época se ha mejorado notablemente el transporte, los puertos y la aviación nacional e internacional. Hoy vivimos en un mundo muy distinto de lo que teníamos hace 30 años. Los grandes proyectos de infraestructura son absolutamente necesarios para el crecimiento y la prosperidad de un país emergente como el Perú.
LEA TAMBIÉN: ¿Bono o concepto no remunerativo? Criterios clave para no caer en contingencias
Es fundamental que los inversionistas privados que participan con el gobierno en asociaciones público-privadas sientan que hay estabilidad política y legal antes de poder financiar las nuevas obras. En ese aspecto, el Perú en el último decenio ha tenido altos y bajos y se ha generado incertidumbre, sobre todo alrededor de lo que podría ser el resultado de la próxima elección presidencial. El Perú podrá superar estas incertidumbres si los nuevos gobernantes, sea quien fuere, comunican bien a la opinión pública cuáles van a ser sus políticas económicas.
LEA TAMBIÉN: Oro en máximos históricos: ¿Refugio seguro o ciclo pasajero?
Antes de entrar en la materia de los grandes proyectos, debemos recordar un par de cosas muy importantes en la gestión de éstos. La primera es que el sistema de licitación de obras en el Perú debe reformarse. La idea de que el que ofrece el menor precio es el ganador de una licitación o de una obra está lamentablemente equivocada. El resultado es que con frecuencia se promueven proyectos mal construidos y que no van a ser duraderos. Lo vemos casi todos los días, siendo el último la caída de una parte prolongada de la avenida Néstor Gambetta en el Callao, lazo importante para el acceso al puerto y para la distribución desde el puerto. Las obras tienen que ser de calidad y el criterio en la licitación debe cambiar para que solo puedan presentarse constructores capaces, con trayectoria financiera y que puedan tener acceso a los mercados financieros. El precio sí importa, pero es el precio total, incluyendo el costo del mantenimiento y de las reparaciones.
LEA TAMBIÉN: El gobierno de Jerí: mirando el vaso medio lleno
El otro gran tema es el del mantenimiento. Las asociaciones público-privadas permiten hacer obras que serán duraderas. Si se ignora el mantenimiento, como lo vemos en las calles de nuestras ciudades, el resultado de nuestra fijación en darle las obras al más barato terminará costándonos muchísimo más. Suponiendo que una pista haya sido bien hecha, por lo menos cada año se tendrá que invertir en mantenimiento entre 5% y 10% del costo original. Si la obra está mal hecha, no hay mantenimiento que la salve.
LEA TAMBIÉN: BCR y SBS: Una visión compartida en la transformación de la industria financiera
El escándalo Lava Jato ha destrozado una buena parte de las empresas de construcción de infraestructura en el Perú. Es hora de cambiar hacia políticas más estables y profesionales.
En los próximos editoriales nos ocuparemos de cuáles son estos grandes proyectos, empezando por el más básico que es que la población debe vivir en viviendas decentes, antisísmicas y con acceso a los servicios básicos. Luego, de ahí pasaremos al tema de los transportes, de la energía, de los nuevos proyectos de riego, de los ferrocarriles y de otros sectores importantes.








