
Escribe: Carlo León, gerente de Renta Fija de Prima AFP
Estados Unidos, durante décadas, ha representado un símbolo de estabilidad económica global, con un crecimiento sostenido que lo convirtió en un referente para otras naciones. Sin embargo, bajo el segundo mandato del presidente Donald Trump, la implementación de políticas proteccionistas y su agresiva guerra comercial contra varios países y regiones del mundo han generado incertidumbre tanto en el ámbito doméstico como internacional. Esto demuestra que incluso las economías más estables pueden enfrentar serios desafíos cuando se toman decisiones gubernamentales alejadas de los principios económicos convencionales.
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Un caso claro del impacto de estas políticas es el aumento de los costos de producción debido a los aranceles, lo que ha erosionado la confianza de los empresarios y los consumidores. Las recientes caídas en las proyecciones de inversión y crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) reflejan cómo estas medidas han debilitado los motores tradicionales de la economía estadounidense.
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La lección para economías emergentes como Perú es clara y tiene dos frentes: primero, la necesidad de implementar estrategias bien diseñadas y fundamentadas para enfrentar tanto los desafíos internos como las presiones externas. Un caso emblemático es el megapuerto de Chancay, una iniciativa respaldada mayoritariamente por capital chino y bajo el escrutinio de Estados Unidos. Este proyecto no solo destaca la importancia de atraer inversión extranjera para dinamizar el crecimiento económico, sino también el imperativo de gestionar estas relaciones internacionales con diplomacia y visión estratégica para salvaguardar los intereses nacionales y garantizar un desarrollo equilibrado y sostenible.
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Segundo, las experiencias recientes en países hermanos ofrecen valiosas enseñanzas sobre qué evitar y qué priorizar. En Bolivia, la implementación de políticas heterodoxas –con un control estatal excesivo y una falta de incentivos al sector privado– ha resultado en una crisis económica que afecta tanto la estabilidad interna como la percepción externa.
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Por otro lado, economías como México y Canadá han demostrado un enfoque más prudente, diversificando mercados y renegociando acuerdos comerciales para mitigar los efectos adversos de las tensiones globales. Estas situaciones subrayan la importancia de políticas coherentes que favorezcan el crecimiento inclusivo, evitando decisiones que, aunque bien intencionadas, puedan generar incertidumbre o crisis económicas profundas. Este mensaje es especialmente relevante para Perú, considerando la cercanía de las elecciones presidenciales, un momento clave para definir el rumbo económico del país.
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En este contexto, Perú tiene la oportunidad y la responsabilidad de aprender de estas experiencias globales. Con un liderazgo estratégico, políticas coherentes y un enfoque en el desarrollo sostenible, el país puede sentar las bases para un futuro resiliente y competitivo en un mundo interconectado. Este es el momento de actuar con cautela y determinación para construir un modelo de desarrollo robusto que combine estabilidad interna con un enfoque claro en los intereses nacionales, consolidando así su posición como un referente de progreso en la región.
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