
Escribe: Omar Mariluz, director periodístico
La foto era para el álbum: Lula y Xi Jinping sonriendo, estrechando manos y hablando del futuro tren bioceánico que unirá dos océanos y desembocará en el flamante megaproyecto chino de Chancay. Pero si alguien buscó al canciller peruano o a la presidenta en la imagen, no los encontró. Perú, país receptor del tren y del puerto, estaba ausente. ¿Desaire? ¿Olvido? ¿O un acto deliberado digno de un manual de geopolítica?
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Porque si algo hay que reconocerle a Torre Tagle es que aún conserva esa capacidad para moverse como pez en aguas turbulentas. Mientras China y Brasil hacen planes para conectar Sudamérica con Asia, en Washington el presidente Donald Trump vuelve a rugir. Acaba de anunciar aranceles del 35% para Canadá, 50% para Brasil (en venganza por los enredos judiciales de Jair Bolsonaro) y amenaza con un castigo del 60% a cualquier producto que salga del puerto de Chancay, controlado por los chinos.
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Imaginemos la escena: Perú aparece sonriente en la foto con Xi y Lula, hablando de comercio e integración. Al día siguiente, Trump se levanta de mal humor, apunta a Lima y lanza un tuit incendiario con promesas de sanciones. No sería la primera vez.
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En ese sentido, el canciller Elmer Schialer parece haber jugado bien sus cartas: no estamos en la foto, no hemos comprometido ni una palabra, pero tampoco hemos cerrado la puerta. Si Brasil y China quieren hacer el tren, adelante, el MTC verá si autoriza. El premier Eduardo Arana fue claro: “El Perú no invertirá en este tren; si Brasil quiere hacerlo, tendrá que decirnos si quiere invertir. Si es una inversión privada, ya veremos”.
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¿Realismo o pusilanimidad? Porque, para ser sinceros, el proyecto suena tentador. Hablaríamos de una inversión que superará los 10 mil millones de dólares, una línea férrea que atravesaría la Amazonía y conectaría con el Pacífico. ¿Pero es realmente conveniente para Perú? ¿Quién asumiría los costos sociales y ambientales? ¿Y cuánto beneficio real tendríamos en términos de empleo y comercio? Son preguntas legítimas que requieren más que entusiasmo de foto.
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Además, conviene no olvidar que la administración Trump ya observa con lupa las inversiones chinas en la región. El megaproyecto de Chancay es visto por Washington como un caballo de Troya del gigante asiático en el Pacífico. Cualquier paso en falso podría costarnos caro.
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Por eso, aunque resulte extraño decirlo, quizá la ausencia peruana en esa foto fue un golpe maestro. A veces, en geopolítica, la mejor jugada es no mover ficha. Torre Tagle, tantas veces criticado por su falta de reflejos, acaba de recordarnos que la diplomacia no siempre necesita aplausos en público. Y si hay que aplaudirla, mejor que sea en silencio.
El tren bioceánico todavía está lejos de ser realidad, pero la tensión ya va a toda máquina.

Magíster en Economía, diplomado internacional en Comunicación, Periodismo y Sociedad, estudios en Gestión Empresarial e Innovación, y Gestión para la transformación. Cuento con más de 15 años de experiencia en el ejercicio del periodismo en medios tradicionales y digitales.