
Escribe: Omar Mariluz Laguna, director periodístico
El turismo no se desarrolla con exoneraciones. Se desarrolla con infraestructura. El Perú tiene en el turismo una de sus principales ventajas comparativas. Lo que nos falta es convertir esa ventaja en una oportunidad real. Cada año, millones de viajeros visitan países con menos historia, menos diversidad y menos riqueza cultural que el Perú. ¿Por qué? Porque esos países están conectados, cuidados y preparados para recibir al visitante. Nosotros no.
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Por eso, más allá de la caótica puesta en marcha del nuevo aeropuerto internacional Jorge Chávez, su inauguración representa un hito importante. No solo por la infraestructura misma, sino por lo que simboliza: una puerta de entrada moderna, eficiente y competitiva. Y ojalá sea la primera de muchas. Porque si queremos un turismo que genere más empleo y más ingresos –y no solo promesas políticas–, lo que necesitamos no son más beneficios tributarios, sino más inversión en conectividad.
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Lamentablemente, la nueva Ley General del Turismo aprobada por el Congreso va en la dirección contraria. La norma crea “zonas especiales de desarrollo turístico sostenible”, que exoneran del Impuesto a la Renta a las empresas que inviertan en estas áreas. La medida ha sido duramente criticada por el Consejo Fiscal, que ha advertido sobre el costo fiscal de la norma y su escasa eficacia comprobada. Pero eso no ha detenido al Parlamento, que parece convencido de que atraer turistas es cuestión de impuestos bajos.
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La realidad es otra. Hoy, muchos destinos turísticos del país están abandonados a su suerte. Hay aeropuertos con pistas llenas de baches y sin luces para vuelos nocturnos. Vías de acceso mal asfaltadas o, peor aún, inexistentes. Centros arqueológicos sin servicios básicos. Regiones sin cobertura de internet ni servicios médicos básicos que puedan responder ante una emergencia.
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Un turista no elige su destino porque la empresa hotelera tenga beneficios tributarios. Lo elige porque puede llegar fácilmente, moverse con seguridad, alojarse con comodidad y disfrutar de una experiencia completa. La oferta hotelera, gastronómica y cultural es importante, pero sin infraestructura que la soporte, simplemente no funciona.
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Además, el turismo no se desarrolla con parches aislados. Se necesita una mirada de largo plazo, multisectorial y coherente. El transporte, la salud, el saneamiento, la seguridad y la conectividad digital son tan importantes como la promoción turística. Hoy, sin embargo, en lugar de planificar e invertir estratégicamente, el Estado apuesta por la receta fácil: exonerar impuestos y esperar milagros.
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Si así estamos con una de nuestras industrias más prometedoras, que podría generar empleo digno en casi todas las regiones del país, ¿Qué podemos esperar del resto de sectores? Más aún cuando el Congreso –con el aval del Ejecutivo– ha decidido duplicar el presupuesto del Foncomun de aquí al 2029, sin ninguna garantía de ejecución eficiente. Lo que para el Consejo Fiscal es un despropósito fiscal, para nuestros políticos es una oportunidad clientelar.
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Insistimos: el turismo no necesita privilegios fiscales, necesita infraestructura de calidad. Esa es la base para convertir nuestros paisajes, culturas y tradiciones en motores de desarrollo sostenible. Sin pistas, sin carreteras y sin servicios básicos, ningún beneficio tributario podrá compensar el abandono estatal.
Porque sin conectividad real, lo único que llega al turista…es la frustración.

Magíster en Economía, diplomado internacional en Comunicación, Periodismo y Sociedad, estudios en Gestión Empresarial e Innovación, y Gestión para la transformación. Cuento con más de 15 años de experiencia en el ejercicio del periodismo en medios tradicionales y digitales.