
Por más de seis décadas, la CADE Ejecutivos, organizado por IPAE, ha sido más que un foro empresarial. Es un espacio donde los presidentes del Perú han intentado mostrar rumbo, reconciliarse con el empresariado o, a veces, justificar las crisis.
Desde la caída del régimen de Alberto Fujimori, cada intervención -y cada silencio- en la CADE ha dejado huella en el vínculo entre el Estado y el sector privado. Este 2025, el encuentro regresa a Lima en medio de la vacancia de Dina Boluarte y la asunción del presidente José Jerí, en un ambiente de incertidumbre y desgaste político que devuelve al foro su viejo papel de espejo del poder.
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Alejandro Toledo: la reconciliación con la inversión
En octubre de 2004, en Trujillo, Alejandro Toledo llegó a la CADE con la presión de devolverle al país la confianza perdida tras la década autoritaria.
Habló de estabilidad, descentralización y crecimiento “con inclusión”. Con el tono pausado de quien busca redimirse, dijo ante los empresarios: “Queremos un Estado que acompañe, no que estorbe”.
Fue un mensaje directo a un sector que miraba con escepticismo sus turbulencias políticas.
Toledo, sin cifras, plantó el primer discurso de reconciliación entre el Ejecutivo y los privados tras la etapa de Fujimori.

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Alan García y la euforia del crecimiento
En 2008, la CADE volvió a ser escaparate del optimismo. Alan García, en su segundo gobierno, llegaba con un PBI creciendo por encima del 9% y un país que se consideraba modelo regional. En plena crisis financiera global, buscó disipar temores:
“El Perú no caerá en recesión; debemos mantener la confianza”, dijo.
Su retórica, más emocional que técnica, retrató el momento en que el crecimiento parecía bastar para sostener legitimidad. García defendía el libre mercado y la estabilidad macroeconómica, pero advertía que el empresariado debía “compartir la prosperidad” con los sectores más pobres.
Fue, quizá, el último discurso presidencial de la CADE con fe ciega en el “modelo”.
En años posteriores, volvió al foro para recalcar la necesidad de “confiar en el impulso empresarial” y “mantener un Estado pequeño, eficiente y promotor”.

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Ollanta Humala y el giro social
En 2015, desde Paracas, Ollanta Humala buscó algo distinto: legitimar la redistribución sin asustar al capital.
“El crecimiento no puede ser un fin en sí mismo”, dijo, reivindicando los programas sociales y la inversión en educación.
En la clausura de CADE, su tono fue más de balance que de arenga: el excomandante que llegó al poder con discurso nacionalista se despedía con un mensaje de moderación.
El auditorio lo escuchó, pero sin entusiasmo.

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PPK: el tecnócrata que pidió confianza
La CADE 2016 fue el reencuentro de un viejo rostro con el foro que mejor lo entendía. Pedro Pablo Kuczynski, recién llegado al poder, ofreció un discurso de manual liberal: destrabar inversiones, mejorar infraestructura, modernizar el Estado.
Al año siguiente, en la CADE 2017, insistió: “El Perú está retomando la senda del crecimiento; confianza y diálogo son esenciales”.
“Debemos destrabar obras, simplificar trámites y promover la inversión privada en beneficio de todos”, insistió Kuczynski.
Era el mensaje del banquero al que el empresariado veía como propio. Pero esa confianza se quebraría poco después con el escándalo de Odebrecht y su renuncia en 2018.
Lo que empezó como un pacto entre técnicos y empresarios terminó como un símbolo de desencanto.

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Martín Vizcarra: integridad antes que cifras
En 2018, Martín Vizcarra llegó al CADE con una narrativa distinta.
“Debatir y marcar agenda sobre integridad; sin integridad no hay desarrollo”, dijo en la clausura.
Planteó que la recuperación de la confianza institucional era clave para sostener la inversión y el crecimiento: “La integridad no es solo un valor ético, es una condición económica. Las empresas íntegras son más competitivas y generan más confianza en los mercados”.
Su discurso fue recibido con aplausos moderados, pero marcó una inflexión: el foro, tradicionalmente enfocado en competitividad y crecimiento, escuchaba por primera vez a un presidente exigir moral pública.
Vizcarra no ofrecía promesas, sino advertencias: la corrupción, dijo, era el obstáculo más caro para la economía peruana.

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Francisco Sagasti y la reconstrucción desde la crisis
En 2020, con el país golpeado por la pandemia y por la renuncia de Manuel Merino tras las protestas, Francisco Sagasti participó virtualmente en la CADE 2020.
Fue un discurso técnico y sobrio: llamó a reconstruir el país sobre la base de la ciencia, la ética y la cooperación público-privada.
Su tono fue el de un académico que apelaba al consenso: “Sin crecimiento sostenible, la democracia misma está en riesgo”, dijo.
Fue, también, el primer CADE sin público, pero con la promesa de que la sensatez podía regresar a la política.

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Castillo: el intento de “reconciliación”
En noviembre de 2021, Pedro Castillo llegó a la CADE en un clima tenso. Era su primera intervención ante el empresariado y buscó calmar las aguas:
“Todas las garantías para invertir en el país, con seguridad jurídica y reglas claras”, dijo.
La frase, pronunciada en la clausura, fue interpretada como un intento de tender puentes tras meses de fricción con el sector privado. Sin embargo, la distancia ideológica se mantuvo.
El mensaje de confianza no detuvo la fuga de inversiones ni el escepticismo de los empresarios. Posteriormente, en 2022, Castillo decidió no presentarse en CADE.

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Dina Boluarte: la ausencia que habló más que un discurso
En 2023 y 2024, Dina Boluarte fue invitada a participar en CADE, pero canceló su asistencia a último momento.
Su ausencia fue leída como una muestra del deterioro en la relación entre el Ejecutivo y el empresariado.
Sin discurso ni representante en la clausura, el vacío se convirtió en mensaje: el gobierno, todo indica, había dejado de mirar a la CADE como un espacio de exposición y diálogo.

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José Jerí: ¿un nuevo punto de partida?
Este 2025, el CADE vuelve a Lima en un contexto político marcado por la vacancia de Dina Boluarte y la reciente asunción de José Jerí Oré.
Su presencia será observada como una oportunidad para retomar el diálogo entre el Ejecutivo y los empresarios, tras varios años de distancia.
En un escenario de desaceleración económica y crisis política, el foro volverá a ser -una vez más- un espacio clave para medir el pulso del poder.

Escribo sobre política, economía, defensa y afines. Nueve años contando historias y analizando problemáticas en prensa escrita, radio y televisión.