
Un reciente informe sobre “Inteligencia artificial y otras herramientas digitales para la educación”, elaborado por Neurometrics con la participación de 1,058 docentes de instituciones educativas básicas y técnico-productivas en todo el Perú, revela una paradoja preocupante: mientras que el 89% de los docentes muestra interés por usar herramientas de inteligencia artificial (IA), apenas el 38% ha comenzado a aplicarlas en su práctica educativa.
Las razones detrás de esta brecha son múltiples y estructurales. En conversación con Gestión, Patricia Sánchez Urrego, vicerrectora académica de la Universidad de Ciencias y Artes de América Latina (UCAL), señala que “la desigualdad en el acceso a infraestructura tecnológica y la brecha en formación digital son los principales factores que frenan la incorporación de la IA en las aulas, especialmente en zonas rurales y urbano-marginales o con limitaciones presupuestarias”. A ello se suma una institucionalidad educativa que no prioriza ni normativiza de forma clara el uso ético y pedagógico de la IA, y una cultura que no siempre fomenta la innovación.
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En el mismo sentido, María Alejandra Torres, jefa de la carrera de Pedagogía e Innovación Educativa de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM), advierte que el temor ético, el desconocimiento técnico y la falta de formación específica en tecnologías emergentes generan resistencia al cambio entre los docentes. Añade que muchos profesores no han recibido capacitación específica sobre IA, lo que genera inseguridad en su uso y, en algunos casos, rechazo.
De la voluntad al impacto: las rutas necesarias
A pesar del bajo uso actual, el interés de los docentes representa una oportunidad que no debería desperdiciarse. Para cerrar la brecha, las especialistas coinciden en la urgencia de estrategias de formación contextualizadas y accesibles. Sánchez recomienda implementar comunidades de práctica docente, capacitación basada en retos reales del aula y alianzas multisectoriales para desarrollar contenidos sostenibles.
“A mediano plazo, se debe trabajar en la incorporación de competencias digitales en las políticas de desarrollo profesional docente, asegurar conectividad y dispositivos en todas las regiones y establecer alianzas con el sector privado y académico para co-crear contenidos y soluciones tecnológicas sostenibles”, destaca.
Torres complementa que “es clave institucionalizar programas de desarrollo profesional docente enfocados en innovación y pensamiento crítico”, además de facilitar la inversión en infraestructura y asesoramiento continuo.


Ambas expertas subrayan que no se trata solo de enseñar a usar una herramienta digital, sino de reformular el enfoque pedagógico. El currículo de formación docente debe replantearse para desarrollar competencias críticas, éticas y técnicas frente a la IA.
El rol docente transita de transmisor a mediador del conocimiento, diseñador de experiencias personalizadas, guía ético y facilitador de procesos donde la IA potencia, pero no sustituye su acción pedagógica, enfatiza Torres.
Un nuevo perfil docente en construcción
La transformación digital redefine también el rol del maestro. De transmisor de contenidos, pasa a ser facilitador del aprendizaje, guía ético y mediador de experiencias. Para ello, debe fortalecer habilidades blandas como la adaptabilidad, el liderazgo colaborativo, el pensamiento crítico y la creatividad. “La transformación digital no se trata solo de incorporar tecnología, sino de repensar los procesos de enseñanza-aprendizaje desde una mirada humanista, crítica y situada en la realidad del país”, sostiene Sánchez.

Sin embargo, este cambio no puede recaer únicamente en el esfuerzo individual del docente. Las políticas públicas deben garantizar acceso equitativo a tecnología, conectividad y formación continua, con enfoque territorial. Además, el Estado debe articular normativas éticas sobre el uso de IA y fomentar pilotos de innovación, especialmente en regiones donde la brecha es más profunda.
“La brecha digital no es solo tecnológica, es también una brecha de oportunidades formativas, por lo que se necesita un enfoque territorial y multisectorial”, remarca la especialista.
¿Y el sector privado? Aún lejos de ser un aliado estratégico
El rol del sector privado sigue siendo limitado. “Las inversiones se concentran en contextos urbanos y en instituciones privadas con mayores recursos. No hay aún un esfuerzo sistémico para fortalecer capacidades docentes en tecnologías emergentes”, advierte Torres. Las alianzas con grandes tecnológicas, si bien existen, son puntuales y carecen de seguimiento o inclusión territorial.
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“En este escenario, el rol del sector privado debería ser clave para impulsar el cierre de esta brecha; sin embargo, la evidencia disponible indica que su inversión es aún insuficiente, fragmentaria y desigual”, indica.
Frente a ello, se necesita una mayor articulación entre academia, Estado y empresa para impulsar centros de innovación educativa, programas de capacitación docente, acceso a herramientas con enfoque pedagógico, así como la creación de laboratorios de innovación pedagógica.
¿Cuánto tiempo se requiere para ver cambios reales?
Según Torres, con una estrategia institucional clara, mentoría continua y espacios de innovación seguros, podrían observarse resultados sostenibles en el desempeño docente en un plazo de dos a tres ciclos académicos. Pero sin voluntad política, ni inversión articulada, la brecha entre el interés y la realidad podría seguir ampliándose.
“Las condiciones esenciales son: visión institucional clara, acompañamiento técnico-pedagógico, cultura de innovación compartida y espacios para el ensayo y error seguro”, sentencia.

Licenciado en Ciencias de la Comunicación, con especialidad en Periodismo, por la Universidad Tecnológica del Perú, con más de 12 años de experiencia en medios de comunicación. Actualmente escribo sobre política, economía y actualidad.